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'Rienzi', ópera de juventud de Wagner regresa al Liceo en versión de concierto

En su juventud, Richard Wagner (1813-1883) dio sus primeros pasos en el género lírico componiendo tres óperas que todavía no sonaban a Wagner. La tercera de ellas es Rienzi o 'El último de los tribunos', un título concebido al estilo de la grand-òpera francesa que vio la luz en Dresde en 1842 y más de un siglo después, en 1951, se estrenó en el Gran Teatro del Liceo. El martes, el coliseo lírico barcelonés rescata la juvenil partitura en una versión de concierto bajo la batuta del director alemán Sebastian Weigle.

En su retorno al Liceo, la extensa partitura, cuyos cinco largos actos superan las tres horas y media de duración, se ofrece en una versión reducida preparada por Weigle con una duración total aproximada de 140 minutos. La versión de concierto, con un único entreacto de 25 minutos, se repite el próximo viernes. La función comienza a las 20 horas.

El tenor canadiense Alan Woodrow, que ha debutado en el Liceo esta misma temporada con La mujer sin sombra, de Richard Strauss, asume el personaje protagonista del monumental título wagneriano, con libreto del propio compositor basado en un best seller de la época, la novela Cola Rienzi, del diplomático británico Henry Bulwer-Lytton y un drama previo de Mary Russell Mitford que recogen una crónica italiana anónima del siglo XIV sobre un personaje histórico, Cola di Rienzo (1313-1354), funcionario pontificio y gran orador, amigo de Petrarca, que aspiró a reconstruir el Imperio Romano erigiéndose en tribuno del pueblo con la oposición de la nobleza y el soporte intermitente de los papas y que finalmente fue asesinado durante una revuelta.

La mezzosoprano austríaca Margareta Hintermeier, en el papel travestido de Adriano, la soprano Nancy Gustafson encarnando a Irene y dos bajos, el francés Jean-Philippe Lafont y el ruso Stanislaw Schwets completan el quinteto de voces protagonistas cantando los personajes de Steffano Colonna y Paolo Orsini. En el reparto figuran otros dos bajos, el vasco Joxan Matxain y el ruso Konstantin Gorny, y el tenor catalán Vicenç Esteve Madrid.

El camino wagneriano hacia la creación de la obra de arte total no fue fácil y la consecución de un lenguaje personal no fue una realidad hasta la composición de El holandés errante, cuarta ópera de Wagner considerada por el propio compositor alemán como primer título en el que consiguió un lenguaje personal. Wagner nunca estuvo orgulloso de sus tres primeras óperas, Las hadas, La prohibición de amar y Rienzi, ópera en la que imitó el estilo de Auber, Spontini y, sobre todo, Meyerbeer, la gran estrella de la Ópera de París, escenario en el que no consiguió estrenarla.

Wagner concibió las peripecias del tribuno romano Rienzi como un gran espectáculo, utilizando el aparato escénico más fastuoso, con desfiles de masas, arengas, combates, aparatosas coreografías y, como espectacular traca final, el incendio con el derrumbamiento del Capitolio sobre los tres protagonistas. A pesar de los convencionalismos y su complejidad escénica, teatros como la Ópera de Múnich, que en 1983 ofreció una versión de 195 minutos de duración con cortes en la mayor parte del ballet, han contribuido recientemente a la recuperación de este Wagner juvenil. Entre las producciones más recientes destaca la ofrecida hace dos temporadas por la Ópera de Viena.

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Concebida lejos del ideal wagneriano -el legendario director de orquesta wagnerianio Hans von Bülow aseguraba irónicamente que Rienzi era la mejor ópera de Meyerbeer- la ópera sigue el modelo francés imperante en la segunda mitad del siglo XIX, con la inclusión de un largo ballet y una estructura fragmentada en arias, dúos y brillantes concertantes. Con la recuperación de Rienzi, el Liceo brinda a los melómanos la posibilidad de redescubrir los aciertos dramáticos y musicales que encierra una partitura de juventud necesaria para explicar la inmensa evolución de Wagner en su genial y revolucionaria cruzada operística.

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