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Columna
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'Sevillitas'

He tenido la oportunidad de subir a los andamios colocados para quitar el polvo al retablo de la iglesia del Hospital de la Santa Caridad, y de ver de cerca, al alcance de la mano, hacia arriba y hacia abajo, la inmensa obra de Pedro Roldán. Es de una belleza que encierra el conocimiento profundo, la creatividad rica y osada, el quehacer riguroso y la profesionalidad exigente; el fruto de una sociedad mimada por los dioses, rica, culta, abierta, en pleno auge, en nuestro resplandeciente siglo XVII. Entonces estaba Sevilla instalada en la modernidad. O la modernidad instalada en Sevilla, lo que explicaría que al retirarnos los privilegios del comercio con Las Indias desapareciera tan rápidamente y volviéramos a lo de siempre. Pero no todo se pierde; algo queda sin remedio. Por eso -incomprensiblemente para gente de otros lugares- muchos sevillanos le temían a la Expo: porque se sabe que algo cambia. La Expo, por ejemplo, entre otras cosas que en este momento no se me ocurren, nos ha dejado la afición por la música. Hace pocos días leí en un periódico de ámbito nacional una alabanza del público musical sevillano.

En cualquier caso, después del apogeo sólo puede venir la decadencia, y como aquí tenemos esa tendencia a refugiarnos en nuestra concha de caracol, de voluta barroca por cierto, pues debe ser por eso por lo que Roberto Mesa, que no sé cuánto tiempo hacía que no venía, nos ha encontrado cerrados y sevillitas, acomodados en lo local, que es más fácil. Mucho más fácil, desde luego, que acomodarse en la modernidad conflictiva que exige tanto esfuerzo. Es la diferencia entre moverse en terreno conocido, con seguridad y sin sorpresas, y conocer, día a día, cada nuevo momento, empapado de inseguridades, andando a tientas, con los sentidos bien abiertos para no tropezar con cada escalón.

Creo que la única solución sería dárnoslo hecho, meternos la información a la fuerza, cosa que, como apenas se lee la prensa, tendría que ser a través de la televisión. A base de paciencia, acabaría calando. Y paciencia yo creo que tenemos. Es más: no me extrañaría que siguiéramos esperando que nos llegue un nuevo XVII con un nuevo Pedro Roldán y todos los pedazos de artistas de la época. ¿Será por esperar?

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