¿EEB quizá?
Los toros estaban inválidos y, como una vez muertos los iban a quemar, nunca se sabrá por qué. Aparecieron medio mochos, sospechosamente astigordos, y lo mismo. Hubo algunos que trastabillaban y caían desfondados a la manera de las vacas locas, y la preocupante anomalía quedó sumida en el arcano. ¿La encefalopatía espongiforme bovina (EEB) quizá? Pues tampoco se podrá averiguar jamás por qué las cenizas del toro no sirven para análisis de afeitados, enfermedad o drogadicción. La verdad es que lo de la incineración, en ciertos aspectos va a ser jauja.
Los diestros de la terna no les sacaron partido a los toros, ni podían en realidad. Los toros (en el caso de que fueran toros, que ésa es otra), si están podridos, no admiten faena. Claro que los toreros actuales, acostumbrados al toro podrido, en este aspecto no tienen problema: si no hay faena, la fingen.
Y como un solo hombre la fingieron los tres, daba igual el tercio, pero principalmente durante el de banderillas -que protagonizaron-, en la primera mitad de la corrida cediéndose los palos, en la segunda ejercitando en solitario la tarea. Ninguna de sus intervenciones pasarán a la historia, incluso será mejor olvidarlas, mas debe quedar constancia de que corrieron, trabajaron, clavaron donde podían y gritaron '¡toro, je!'.
En lugar de '¡toro, je!' pudo ser '¡je, toro!', pues utilizaban indistintamente ambas versiones de la castiza exclamación, por supuesto con mucho apretar de puños y aire retador. Es la moda. Los toreros de hoy, eso de contonearse jacarandosos y luego tirar puñetazos al aire amenazando al orbe es que lo bordan. A veces resultaba un cuadro, ya que sacar semejantes ínfulas con un animal que se desploma queda un poco estrafalario, francamente, y devalúa cualquier pretensión artística.
Convendrá decir de José Ignacio Ramos y Miguel Martín estuvieron voluntariosos intentando pegar pases a los conatos de cadáver que tuvieron delante, y Antonio Ferrera lo mismo, con la diferencia de que gritaba a pleno pulmón, y en sus denodadas porfías consiguió ligar algunas tandas de derechazos a base de mando y temple. En cambio, en sus baladronadas con los toros yacentes llegó a excederse.
Hubo toro que se derrumbaba y le entraban convulsiones como si padeciera la EEB. Lo hubo que le tiraban del rabo para levantarlo y ni se inmutaba. Y como ni la ciencia ni el sentido común pueden creer que sea normal que los toros se caigan y les dé igual si les tiran del rabo, aquí pasa algo. Y hay interesados en que no se sepa, a quienes lo de la incineración les viene de cine. En cuanto la Junta de Andalucía ha anunciado que en esta comunidad se incinerarán todos los toros, han corrido a apuntarse a la Feria de Sevilla hasta los que no querían ir, y no sería de extrañar que volvieran Lagartijo y Frascuelo, Joselito y Belmonte. Y Curro, pues cuando se marchó nadie había hablado de incineración, que es, si bien se mira, el truco del almendruco.
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