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Crítica:21ª jornada de Liga | 21ª jornada de Liga | FÚTBOL | FÚTBOL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El Deportivo gana tumbado a la bartola

Los gallegos se apiadan de un inofensivo Racing en un choque soporífero

Xosé Hermida

Si Makaay lo mete todo, ¿para qué se necesita jugar? El Deportivo se llenó ayer de holgazanería y avaricia, decidió tomarse una tarde de asueto y ganó al Racing porque era imposible no ganarle. El conjunto de Irureta tenía enfrente a un rival entregado y contaba con la infalible puntería de Makaay para convertir cualquier cosita en un gol. No necesitaba más y no hizo más. El público casi se queda traspuesto de lo plúmbea que resultó la tarde pero, como se ganó, los chicos marcharon a casa con la satisfacción del deber cumplido.

El Deportivo parece un equipo enredado en una paradoja: tan abundante es su virtud que acaba pagando penitencia por ella. El conjunto de Irureta dispone de una capacidad asombrosa para resolver los partidos lapidariamente. Sin necesidad de mucho fútbol, al Deportivo le basta con su demoledora pegada para tumbar al adversario en un suspiro. El estado de gracia de Makaay, que últimamente enchufa cualquier cosa que le caiga en el área, así sea un balón medido o un ladrillazo infame, ha vuelto a convertir al Depor en una maquinaria fría pero inexorable. Tanta confianza tienen los blanquiazules en la precisión de su punto de mira que en cuanto tramitan un gol se tumban a la bartola y desatienden escandalosamente sus obligaciones. Y la virtud se vuelve pecaminosa e impone sufrir penitencia.

Quien quiera estudiar el fenómeno puede tomar como objeto de investigación el partido de ayer. El Depor salió avasallador, se engulló al Racing en un instante y, a los tres minutos, los anuncios de gol eran tan clamorosos como un remate al palo de Scaloni. Cuando quiere pegar, el Depor casi nunca amaga, sino que zurra de verdad. Bien es cierto que al inicio del partido contó con la gentileza del árbitro, de su asistente y del adversario. La jugada resultó una verdadera conjura de necios, de la que sacó provecho el único listo, Makaay. El holandés recibió en fuera de juego un balón que había tropezado en Mazzoni. El juez de línea levantó el banderín y, de inmediato, el portero y la defensa visitante dieron la jugada por muerta. Pero el árbitro interpretó que el balón venía jugado de un contrario, mandó seguir, y Makaay metió uno de los goles más fáciles de su vida.

El Racing se quebró como una porcelana china. Mientras le duró la euforia del gol, el conjunto de Irureta hizo presagiar una tarde de goleada. Pero al Deportivo le gusta ganar a lo Induráin: calculando el esfuerzo milimétricamente y sin ningún interés por avasallar al contrario. Así que los blanquiazules se acomodaron, hicieron dejación de funciones, consintieron que el Racing tomase la pelota y se dedicaron a tirar pelotazos. Pero tanta fue la pachorra del Deportivo que el Racing terminó por encontrarse con el empate. La defensa local se despreocupó de una falta desde un costado, recibió a los atacantes del Racing con hospitalidad y se apartó para que Colsa pudiese conectar mejor su cabezazo.

Al público le empezaron a entrar malas pulgas, pero el Deportivo se sacudió la pereza, volvió a sacar los tanques y aplastó al rival como si fuese un ejército de hormigas. Aquello era una pura cuestión de voluntad: el Deportivo ganaría cuando lo quisiese. Y bastó que el Racing inquietase su placidez, para que, en apenas dos minutos, Makaay volviera a pescar un balón en el área para poner de nuevo las cosas en su sitio. Si existiese en el fútbol justicia poética, el resto del choque habría sido invalidado: por nefasto y por irrelevante. Al inicio del segundo tiempo, el Racing se quedó con diez hombres por la expulsión de Colsa, y el partido se convirtió definitivamente en un indigesto atracón de somníferos.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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