Gran Raúl
El delantero madridista encabeza la victoria de su equipo frente a un excelente Málaga
El Madrid, que sigue en estado de gracia, sacó adelante un partido ardoroso, excelentemente jugado por el Málaga en el primer tiempo. Partido que honra a la Liga española por intrépido y vistoso, por dar al público la diversión que merece y por señalar el camino que debería seguir el fútbol. Los tacañones dirán que hubo imperfecciones, y que esas imperfecciones resultaron decisivas en el fardo de goles, pero al juego le conviene menos el hermetismo que cierta generosidad extravagante. El Madrid estuvo más o menos en el papel de las últimas semanas, pero lo que aumenta el valor de su victoria fue la resistencia del Málaga, equipo que sólo flaqueó en el centro de la defensa. Por esa vía de agua, el Madrid encontró la manera de superar todas las dificultades que encontró en la primera mitad. Y también porque Raúl fue imparable. Además de su proverbial instinto en el área -marcó el segundo y el tercer gol-, jugó el partido como si le fuera la vida, con clase, chispa y sacrificio.
A Raúl le cabe el mérito de encabezar la lista de protagonistas del encuentro. Pero no fue el único. Roberto Carlos tuvo el peso habitual en el juego del Madrid. Es decir, fue crucial por su profundidad y optimismo. Sólo un optimista puede sacar algo decente de la acción que dio origen al primer tanto del Madrid. Roberto Carlos decidió buscar aquel balón sencillo para el portero o los defensas del Málaga, que dieron por terminada la jugada antes de tiempo. El lateral confió en su velocidad, porfió y consiguió un córner impensable. Del córner vino un espectacular remate a la escuadra de Guti.
El gol fue un accidente en medio del gran partido del Málaga, que tenía apuradísimo al Madrid. Sus jugadores, casi todos de buena factura, se distinguen por una aspereza competitiva que sólo merece elogios. Al Málaga hay que ganarle porque no te concede la victoria. El Madrid pasó un calvario en el primer tiempo frente a un rival rápido, bien armado y dañino: buscaba el gol en cada ataque, sin marear la perdiz. En el medio campo, De los Santos gobernó el juego con la autoridad que le faltó a Helguera en el primer tiempo. Movilla acompañaba bien y Rufete creaba problemas por detrás de Roberto Carlos. Pero el hombre del equipo fue Darío Silva, que fue al Málaga lo que Raúl al Madrid. Con el añadido de varias patadas permitidas por el incompetente Llonch, el típico árbitro que pita cualquier cosa con la intención de descansar y coger un poco de aire.
Dada la intensidad del partido, no extrañó el empate, que llegó en un error de Casillas. Su blando despeje fue aprovechado por Roteta. El portero estuvo impecable antes y después de ese gol, pero las cosas son como son: no se puede manotear la pelota de esa manera. El segundo gol del Málaga llegó poco después y fue irreprochable: una jugada a toda máquina entre Zárate, Silva y Dely Valdés, que resolvió con elegancia frente a Casillas.
Hubo algún desconcierto en Chamartín, acostumbrado en los últimos tiempos a las tranquilas goleadas. De algo tenía que servir el partido al Madrid. Por primera vez en bastantes partidos, un rival se atrevía a desafiarle en su estadio. Y entonces llegó el mejor Raúl de la temporada, el jugador febril que tiene un efecto contagioso sobre el resto del equipo. En tres minutos marcó los goles que volvieron a dar ventaja al Madrid, con la colaboración de los centrales del Málaga, que no marcaban a nadie, y probablemente del portero, al que se le veía sufrir en cada centro.
El duelo estuvo menos dividido en el segundo tiempo, bien jugado por el Madrid, con mucha circulación de la pelota y toda la gente metida en faena. De nuevo Raúl apareció en las mejores acciones, con un sentido de la ubicuidad que no podía descifrar la defensa del Málaga y con varios pases espléndidos. Como siempre fue importante la contribución de Figo, cuya presencia es disuasoria para sus marcadores. Le temen. Pero hubo un jugador capital en el segundo tiempo: Makelele, una hormiga listísima que funcionó en todos los capítulos del juego. Acudió a sofocar todos los fuegos y dio la salida conveniente al balón. La importancia de Makelele se acrecienta a ojos vista.
El Madrid, que había puesto las bases para una victoria segura, se complicó la vida por su condescendencia en el área rival. Lo aprovechó el Málaga para seguir vivo y lograr el empate en un cabezazo sensacional de Darío Silva. Al Madrid le quedaba un cuarto de hora, escaso margen que aprovechó inmediatamente con el tanto de Helguera, gol que cerró un partido estupendo, de los que animan a gastar dos horas en el fútbol.
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