_
_
_
_
Crítica:CRÍTICA | CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Haydn mejor que Mozart

Las últimas seis sinfonías de Haydn ilustran muy bien las palabras que Goethe dedicó al compositor: '(...) es nuestro, hijo de nuestras comarcas, que crea con naturalidad la música. Temperamento, sensibilidad, dulzura, fuerza, y, finalmente, las dos características del genio: ingenuidad e ironía (...)'.

Palabras que servirían también para describir la forma en que las interpretó Kuijken y su grupo. Aunque habría que añadir, a todos esos méritos, una visión del XVIII donde, junto a lo delicado y galante, aparece la ilusión de un mundo iluminado y el gozo de una racionalidad no exenta de pinceladas pasionales.

Por eso los primeros movimientos, tras las tensas introducciones, se escuchan como un compendio de la sabiduría musical ilustrada, y fueron vertidos por La Petite Bande con visión de arquitecto y manos de joyero.

Otro aspecto destacable fueron los segundos movimientos, que cualquiera hubiera confundido con minuetos si hubieran tenido compás ternario: tal era la gracia, el carácter bailable, el refinamiento y el color suave con que se leyeron.

En cuanto al minué auténtico de cada sinfonía, proporcionó ocasiones inmejorables para disfrutar de unas maderas exquisitas, sobre todo en los Trios.

Los Finales exhibieron una rica dinámica dentro de un margen de amplitud voluntariamente limitado, y los pasajes contrapuntísticos se escucharon con una gran limpieza.

Instrumentos antiguos

A la transparencia de la interpretación contribuía, indudablemente, la dimensión de la orquesta (34 músicos) y la utilización de instrumentos antiguos (cuyos intérpretes, cosa rara, sabían tocarlos).

Pero, mucho más que eso, debe valorarse la capacidad del grupo y de su director para frasear con sabiduría y emoción, así como la inteligencia en el establecimiento de conexiones con otros coetáneos suyos: el Mozart de Don Giovanni se mostró bien presente en la Sinfonía 102, mientras que la 99 sirvió de puente hacia el futuro: Beethoven está también muy cerca, y Kuijken no lo rehuyó en esa obra.

Fue un error, sin embargo, intercalar arias de Mozart con cantantes que distaban mucho del nivel de la orquesta. Se recibieron como una ducha de agua fría en ambas sesiones. Melancólico -Mozart lo es- no tiene como sinónimo a desfalleciente.

Pero el Mozart que escuchamos esta semana en el Palau de la Música desfallecía, quizás porque se necesite una técnica bien viva para cantarlo. Lástima.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_