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Crítica:GRIGORI SOKOLOV | GRIGORI SOKOLOV | CLÁSICA | CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vencer y convencer

Se inició en el Auditorio, a gran sala llena, la sexta edición del Ciclo Grandes Intérpretes, un empeño de Scherzo con patrocinio de Canal + y Muzzik y la colaboración del Ministerio de Educación y la Fundación Hazen. Cuando accedimos al local, estaba dispuesta la escenografía: ambiente de gran oscuridad y las luces que iluminaban con naturalidad el piano y con esplendor el gran órgano, quizá en homenaje a Cesar Franck. La luminotecnia se adecuaba a la manera del concertista, Grigori Sokolov.

En estos seis años de la serie, el pianista actúa por cuarta vez y lo merece, sin duda. Se trata de una figura lanzada al mundo en 1966 cuando fue primer premio en el Concurso Chaikovski de Moscú. Son conocidas las características estético-técnicas de este representante del estilo neorromántico: libre, preciosista y casi místico, placentero con las lentitudes, amoroso de los pianísimos y, en suma, fiel, por partes iguales, a los pentragamas escogidos y al dictado de su pensamiento musical encantatorio y hasta arbitrario en no pocos momentos. No hay por qué incidir demasiado en tales datos: el intérprete es más que un lector y nunca debe renunciar en su comunicación con la audiencia a su intransferible visión de Chopin, Mozart o Cesar Franck.

Ciclo Scherzo / Canal +

G. Sokolov, pianista. Obras de Mozart, Chopin y Cesar Frank. Auditorio Nacional, Madrid, 30 de enero.

Quizá las versiones más sorprendentes fueron las de Mozart en su Fantasía, k.475 y la Sonata 457, ambas en do menor, representativas, como dice Stiegler, de una 'desconcertante elevación' cual 'puente tendido a las riberas beethovenianas'. Sokolov profundizó en tal aspecto en un alarde de interiorización que prendió en todos los asistentes convencidos de que 'algo sucedía ante él'. Luego, otro 'ideal sonoro' para la grandeza renovadora de Cesar Franck en Preludio, Coral y Fuga (1884), un siglo posterior a la obra mozartiana, nos dio la medida, amplitud y exigencia de un pianista renuente a la insistencia sobre tantas versiones de otros. Y, en fin, el Chopin fantástico de las Mazurcas, todo un mundo de invenciones siempre sorprendentes. El éxito de Sokolov, como en otras actuaciones, fue definitivo, pese a la dificultad de convencer desde la diferencia.

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