Los Ravens vapulean a los Giants
Baltimore se lleva por primera vez la Superbowl, la gran final del fútbol americano, tras humillar a Nueva York
Los Ravens de Baltimore amedrentaron, acorralaron y vapulearon a los Giants de Nueva York. La XXXV Superbowl del fútbol americano se convirtió en una humillación para el equipo neoyorquino, que perdió 34-7 y podía haber quedado a cero de no ser por una inverosímil jugada que les dio su único touchdown en un tercer cuarto frenético. Los Ravens consiguieron sin gran dificultad su primer anillo de campeones y demostraron que su defensa figura entre las mejores de todos los tiempos.
Dos figuras centraban la atención. En el bando azul de los Giants, la de Kerry Collins, el quarterback recién emergido del alcoholismo, el patán racista que se rehabilitó para convertirse en héroe de los play-offs y en esperanza de su equipo para la gran final de Tampa (Florida). En el bando blanco de los Ravens, las miradas se dirigían hacia Ray Lewis, un sensacional jugador acusado de un doble asesinato en la primavera pasada y finalmente reo de un delito menor, el de obstrucción a la justicia, pese a la acumulación de pruebas sobre su culpabilidad.
Llegado el momento, Collins vivió la peor noche de su vida, y Lewis, la mejor. Ray Lewis fue elegido como MVP (jugador más valioso) de la Superbowl, aunque la opinión generalizada era la de que nadie había beneficiado tanto a los Ravens como Kerry Collins, el cerebro del equipo contrario.
Collins lo hizo todo mal. No se recuerda a un quarterback tan calamitoso en una Superbowl. Le interceptaron cuatro pases (con lo que igualó el récord negativo en una finalísima) y no dio ninguno bueno. No hizo otra cosa que tratar de escapar de las acometidas de sus rivales y huir hacia su propio terreno, encerrando a los Giants con él. 'Nunca nadie es completamente responsable cuando un partido sale así de mal, pero si alguien se acerca a la culpabilidad total, ése soy yo', reconoció. 'Nunca había jugado', añadió, 'contra una defensa tan buena. Nos han dado una paliza'.
Ray Lewis sí estuvo a la altura. Soportó los abucheos del público (su actitud chulesca tras librarse de la cárcel a perpetuidad le ha convertido en el personaje más antipático de un equipo antipático, detestado por todos salvo por sus seguidores), no perdió la concentración y cumplió con sus obligaciones, resumidas en cinco placajes y cuatro intercepciones. Había que elegir a un MVP, y se optó por Ray Lewis porque nadie personifica tan bien como él la dureza, la arrogancia, el espíritu de lucha y el talento defensivo de los Ravens. Y porque su trayectoria, de presunto asesino a mejor jugador en unos meses, era única. 'Hemos hecho una demostración increíble', dijo. 'Creo que ya no se puede discutir que nuestro juego defensivo es el mejor de todos los tiempos. Mis detractores esperan que tropiece, pero si lo hago será con el anillo (de campeón) en el dedo'.
No fue una Superbowl hermosa. Los Ravens juegan prácticamente sin quarterback (su cerebro, Trent Dilfer, es uno de los peores de la Liga) y lo basan todo en su insistencia y en la precision de su coordinación defensiva. 'Los que dijeron que era imposible que un equipo con un quarterback como Dilfer ganara una Superbowl ya pueden besarme el culo', proclamó Tony Siragusa, el gigantesco placador de los Ravens.
La superioridad de los de Baltimore fue demasiado evidente como para que el encuentro tuviera emoción. Su primer touchdown, en el primer cuarto, definió las cosas. Y hubo que esperar al tercer cuarto para que hubiera un momento de emoción, un momento que duró 16 segundos. En ese extraño tercer cuarto, Starks anotó para los Ravens y dejó el marcador en 17-0. Cuando los Giants parecían desahuciados, Dixon atravesó casi toda la cancha sin necesidad de escorarse, casi por el centro, y marcó en el único error de los Ravens; pero en la siguiente jugada fue Jermaine Lewis quien corrió la banda y anotó un touchdown que acabó con la hipótesis de una remontada. Todo eso ocurrió en 36 segundos. Y ya no hubo más.
Baltimore recibirá hoy con un desfile público y una gran fiesta a sus héroes de Tampa. Nadie recordará ya que los Ravens son un equipo nuevo, que dejó Cleveland en 1995 (allí eran los Browns) y se instaló en la ciudad de Maryland para llenar el hueco dejado por los Colts. Los neoyorquinos, en cambio, tendrán muy presente que la sede real de los Giants está en otro estado, el de Nueva Jersey.
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