Colores
Hay colores mortales de necesidad y quien los padece está condenado. Los médicos que se ocupan de tales neoplasias son incoloros. Franco era incoloro y, cuando implantó la cura del paredón, sus pacientes con un tumor de color rojo en la ideología lo pasaron mal, pues los efectos secundarios de dicho tratamiento no se aliviaban con aspirina.
Pero la ciencia avanza sin freno. En la última década, una vez que la OTAN sustituyó la anticuada vacuna de fusil por los bombardeos desinfectantes, la dolencia roja fue casi erradicada y hoy sólo padecen ese color algunos ancianos que habían desarrollado anticuerpos, como Haro Tecglen, cuya demencia senil le hace delirar que esto no es la verdadera democracia. Pobre Haro, cualquier día el sucesor incoloro de Solana le inyecta un obús intravenoso por Internet.
El color que sustituyó al rojo en pronóstico sombrío fue el cáncer verde. Claro está que aquellos melenudos se lo buscaron. A quién en su sano juicio se le ocurre echarse a la calle, escupir a la policía y gritar que la naturaleza está contaminada, con lo sabroso que es el pollo de tres patas y lo limpia la energía nuclear. No falla: a Joschka Fischer, aunque sea ministro incoloro de Exteriores de Alemania, el ganglio verde que le ha salido en el honor demuestra que estas tumoraciones dan metástasis tras un periodo de latencia.
En España, justo ahora que íbamos a más y que el Servicio de Comportamiento Neoliberal de Antena 3 había iniciado con éxito la psicoterapia de masas, que condiciona el libre albedrío mediante reflejos anestésicos de Paulov, en el flanco somático de la Sanidad ha brotado la epidemia de carcinoma pobre de inmigrante.
Se denomina carcinoma pobre porque ése es el color de la piel de la mayoría de las personas que lo sufren y que acudieron aquí atraídas por la fama universal de los oncólogos incoloros con pensamiento único del Gobierno. El análisis genómico de las células de inmigrante ha mostrado la presencia de un gen pobre, de extrema toxicidad si se combina con el gen nuevo rico, implantado hace muy poco en el genotipo de los españoles. Fuentes oficiales acaban de confirmar que, durante una de las clases de catecismo que tienen lugar los domingos en la Moncloa después de la misa, el ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja, se entrevistó con José María Aznar y lo puso al tanto del riesgo que corre España si no se ataja pronto la plaga de carcinoma pobre de inmigrante. Poco después, Aznar reformó la Ley de Extranjería.
Por si fuera poco, abunda entre los casos clínicos de carcinoma pobre de inmigrante la gravísima variedad transgénica 'sin papeles', que destruye los linfocitos del orden público y congestiona la glándula del bienestar, emergencia sanitaria que ha obligado al Partido Popular a planear la extirpación urgentísima y radical de todos los sin papeles con el fin de prevenir el infarto de la plusvalía.
Para el postoperatorio, el PP reitera su compromiso inquebrantable en defensa de la democracia y los derechos humanos, y el conseller incoloro Rafael Blasco está ya escribiendo el borrador de la Ley del Voluntariado de la Generalitat Valenciana, pues estos enfermos terminales, que mañana agonizarán de color pobre en sus países de origen, necesitan nuestra solidaridad fraternal.
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