El Valladolid se hace fuerte en Zorrilla
El Valladolid vuelve a ser el de todos los años, el equipo que se ahoga en el fondo de la tabla en las primeras semanas de campeonato y que cuando el calendario da la vuelta se convierte en uno de los más eficaces. Da igual que en el banquillo esté Kresic, Manzano o Ferraro. Siempre ocurre lo mismo. También ahora. El Valladolid ha entrado en su vuelta, la segunda, y ya se ha cobrado una víctima, el Mallorca.
El Valladolid entró al partido sin centro del campo, pero con una convicción ciega en su modelo, que consiste en crear media docena de ocasiones por la directa para hacer un gol. Y si se crea una docena entera de oportunidades, como ayer, se hacen dos goles. Ayer, a los de Ferraro no les importó dar la apariencia de equipo desmadejado. Sólo les importó anular al Mallorca, un rival que tuvo su momento al principo. Desperdició ese comienzo y desde ahí hasta el final no volvió a dar signos de vida.
El choque entró en trance anárquico desde sus inicios. El Mallorca estaba destinado a echar de menos a Eto'o y a Finidi, y el Valladolid a Eusebio. La solución a tanta añoranza fue la velocidad con la que los dos equipos se enfrentaron al partido.
Del Mallorca, tal solución era la esperada por acostumbrada; al Valladolid, el exceso de ritmo se le atragantó. Y así, su primer desajuste defensivo, a los cinco minutos, acabó en penalti. Sin embargo, Bizarri aprovechó su excelente progresión para iniciar un recital: se quedó con el balón que envió Luque desde los once metros. Con ello, se abrió, además, el saco del desconcierto del Mallorca. Desde ese momento el dueño del choque fue el Valladolid. Eso sí, abusando del fútbol directo con errores de bulto cada vez que los delanteros se plantaban ante la portería de Leo Franco. Sin embargo, a fuerza de golpes el partido fue cayendo del lado de los de Pancho Ferraro, que finalmente ganaron y conservaron su condición de invictos en Zorrilla.
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