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Reportaje:OPEN DE AUSTRALIA | TENIS

Capriati revive sus mejores días

Jennifer, que superó a Seles, está en las semifinales, tras un infierno que la llevó a abandonar el tenis durante cuatro años

Del infierno al paraíso va sólo un paso. Y Jennifer Capriati, con sólo 24 años, puede dar fe de ello por partida doble. La estadounidense fue una niña precoz; mimada y querida por todos cuando tenía 14 años. Pero luego, a los 17, abandonó el tenis durante cuatro años y su vida fue cayendo en un estado de deterioro que llegó a enfrentarla incluso a la justicia. Sin embargo, ella misma se salvó: decidió regresar a la pista y enderezar su camino. Y lo logró. El año pasado alcanzó las semifinales del Open de Australia y ayer, de nuevo en Melbourne, recuperó sus mejores recuerdos. Capriati vuelve a las semifinaless tras ganar por primera vez a la también norteamericana Monica Seles -otra niña prodigio que sufrió las consecuencias de la fama- en un torneo del Grand Slam.

'¿De verdad que es la primera vez que la gano en un torneo grande?', se preguntó tras su victoria por 5-7, 6-4 y 6-3 en los cuartos de final; 'me complace. Ahora ya no deberemos hablar más de mi derrota contra ella en el Open de Estados Unidos de 1991. Estaba ya cansada de que buscaran siempre el mismo referente'.

Capriati se convirtió aquel año en la jugadora más joven en alcanzar unas semifinales del Grand Slam desde Andrea Jaeger en 1980. Tenía 15 años, cinco meses y ocho días y todo le sonreía. Pero ahora no le gusta que le recuerden su pasado.

En 1999, cuando perdió en los octavos de final del Open de Estados Unidos precisamente contra su misma rival de ayer, Capriati entró en la sala de conferencias seria y con un folio en la mano. Mientras leía su alegato, pidiendo a los medios de comunicación que dejaran ya de publicar los aspectos más oscuros de su vida, no pudo evitar que las lágrimas se deslizaran por sus ojos. 'Ya sé que he cometido errores en el pasado, actuando mal, fuera del camino y de forma confusa', dijo entonces; 'pero todo ello se debió a que era demasiado joven y tenía poca experiencia. Cuando te sientes tú sola frente a todo el mundo es realmente duro'.

Capriati fue una estrella antes incluso de cumplir los 14 años. A los 13 se había convertido ya en la más joven campeona de la historia de la prueba júnior de Roland Garros y del Open de Estados Unidos. Y aquello la catapultó. Las multinacionales del deporte se la rifaban. Y antes de convertirse en profesional, a punto de cumplir los 14 años, firmó contratos publicitarios por valor de cinco millones de dólares, unos 700 millones de pesetas de entonces.

La simpatía de Capriati la llevó a las portadas de las revistas y se convirtió en la mascota de los periodistas que seguían el circuito. 'Atención, atención', se la pudo escuchar en su primer Roland Garros a través de los altavoces de la sala de prensa; 'Jennifer Capriati está ahora en la sala de conferencias'. Ella era así: una niña feliz que viajaba con su padre, Stefano, un ex playboy de la Costa del Sol, y con su madre, Denise.

Pero todo aquello resultó excesivo. La presión a que la sometía su familia para intentar aumentar los ingresos acabó por provocar una ruptura. Jenny estalló cuando su padre decidió cambiar de domicilio sin consultarla y la separó de su ambiente social. Era 1993 y Capriati tenía 17 años. Seguía siendo una niña, aunque cargada de dinero. Volvió a la escuela, se independizó de su familia y, entre 1994 y 1995, afrontó una denuncia por el robo de un anillo en unos almacenes y fue acusada de tenencia de drogas.

Había tocado fondo. Su vida estaba destrozada. Pero entonces recurrió de nuevo a su familia y comprobó hasta qué punto había cambiado la actitud de su padre. La ayudaron, le dieron la mano y ella misma debió realizar un sobreesfuerzo para remontar. Pero lo hizo. Regresó al circuito, sin éxito al principio, y en marzo de 1999 encontró al hombre que le daría el espaldarazo definitivo: el ex jugador Harold Solomon. 'Puedes llegar hasta dónde tu quieras', le dijo.

En 1998 Capriati acabó el año por encima de las 100 primeras tenistas mundiales. En 1999 concluyó como la 23ª. Y el año pasado ascendió hasta la 14ª. Ahora, en el Open de Australia, disputará ante Lindsay Davenport, que no tuvo piedad de Ana Kurnikova, su quinta semifinal del Grand Slam. Nunca ha salvado esta barrera. Pero esta vez, aunque acaba de romper sus relaciones con el belga Xavier Malisse, se siente fuerte: 'Esas cosas ocurren, pero el tenis permanece. Soy feliz jugando al tenis. Me siento libre, relajada y en paz conmigo misma. Y aspiro a todo'.

El resto de la jornada no ofreció sorpresas. En el cuadro masculino, el estadounidense Andre Agassi y el australiano Patrick Rafter se enfrentarán en una de las semifinales. El jugador de Las Vegas superó a su compatriota Todd Martin, que había eliminado a Pete Sampras en los octavos de final, por 7-5, 6-3 y 6-4. Y Rafter, que ha devuelto la ilusión a los aficionados australianos, derrotó al eslovaco Dominik Hrbaty concluyendo con un 6-0 en la cuarta manga.

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