Los toros escachifollados
Las vacas estarán locas (se sospecha de algunas), pero los toros están escachifollados. A los toros de lidia me quiero referir.
Los taurinos proclaman de sí mismos que su comportamiento es ejemplar, que son buenos y benéficos, y alientan una devoción por la fiesta de tal enjundia que jamás les hubiese permitido perpetrar ninguna perrería con los toros de su casa. Y nadie lo discute en el momento presente (respecto a cualquier otro no me comprometo), más la cruda realidad es que los toros que sueltan para la lidia en su inmensa mayoría están escachifollados.
Si en cualquier explotación dedicada a la crianza de reses de carne el ganado hiciera lo que hacen en el ruedo los toros de lidia, que es rendir pata, hocicar belfo, caerse y pegar volteretas sin venir a cuento, nos echaban de Europa.
Nadie crea que aquí se está aludiendo expresamente en el caso de los toros bravos a la encefalopatía espongiforme bovina que llaman mal de las vacas locas, sino al probable fraude generalizado que desde hace ya bastantes años se está produciendo con los toros de lidia.
Que un toro salte a la arena y a las pocas carreras ya esté perdiendo las manos, luego el sentido de la orientación, y se pegue panzadas o quizá morradas y hasta se revuelque y dé volatines, no es normal. Y que, caído, o sedente tan pancho, le rodeen unos individuos vestidos de luces y se pongan a tirarle del rabo para levantarlo, y ni se inmute ante semejante afrenta, es menos normal aún.
Claro que para los taurinos siempre hay una excusa, motivaciones de diverso cuño, y les trae sin cuidado que sean descabelladas o contradictorias, para propalarlas sin rubor, porque (ellos saben, cuentan con amplia experiencia) en la fiesta los tontos de baba también abundan, y se tragan con suma facilidad, e incluso con entusiasmo, infundios, trolas, sapos y lo que sea menester.
A veces los taurinos se andan a vueltas con la casta de los toros, que falta; con la dureza de la plaza, que sobra; con las lluvias, si llovió, o con la sequía si escampó; con el estrés, pues ahora resulta que los toros padecen estrés; y con la gimnasia funcional, pues, al parecer, los toros irían más ligeros y pimpantes por la procelosa vida y por el candente redondel si hicieran aerobic.
Y de ahí en adelante, cuanto se les ocurra a los taurinos. Cualquier memez les vale para justificar la caída de los toros mientras nadie ha sido capaz de allegar ni el más mínimo argumento lógico para explicarla, menos aún para prevenirla. Claro que a lo mejor les ha llegado su hora y planteado este preocupante problema de las vacas locas, que exige análisis de laboratorio, se alcanza a descubrir por qué los toros salen escachifollados.
Apenas una semana falta para que empiecen a celebrarse corridas de toros en la Comunidad madrileña y nadie sabe lo que va a suceder con los toros de lidia. Dentro de cuatro días mal contados arranca la feria de Ajalvir, poco después vendrá la tradicional de Valdemorillo, y se ignora si los toros, después de lidiarse, habrán de ir a análisis o al crematorio.
Los taurinos ejecutivos (entiéndase, los que cortan el bacalao en cada estamento de la fiesta) se han planteado lo que les conviene a partir de determinados supuestos. Por ejemplo: el análisis de la res, que, por cierto, es carísimo (y requeriría meter los cadáveres de los animales en congeladores hasta que los pudieran analizar), aparte de que podría revelar determinados componentes fraudulentos, si diera positivo, obligaría a incinerar todas las reses de la ganadería de procedencia. Luego no conviene.
De perdidos al río: la opción mejor es para los taurinos el crematorio. Además, no hay mal que por bien no venga. Sin análisis y con el cuerpo del delito en la hoguera, a ver cómo se demuestra aquel oscuro asunto del fraude del afeitado. Y quién es el guapo capaz de averiguar por qué los toros saltan a la arena escachifollados, borrachuzos y crepusculares.
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