La noche dorada de Figo
El Madrid se vuelca en la entrega del Balón de Oro al portugués, que adornó su fiesta con un gol
Lo de menos ayer en el Bernabéu fue el partido. La tarde era de Figo y su Balón de Oro. El protagonista era él. Sin discusión posible. Más bien ocurrió lo contrario. El portugués aprovechó que el viento soplaba a su favor y se encargó de adornar la tarde con un gol, el del 1-0, que es el quinto que marca en Liga. El resto de invitados a su fiesta, desde el Real Madrid a los aficionados pasando por el propio Oviedo, se conjuraron también para que el diez blanco disfrutase de una noche única.
'Ha sido un día perfecto, para recordar durante muchos años', admitía Figo al término del encuentro. 'No sólo la fiesta ha sido bonita, sino que lo que ha pasado después ha sido perfecto. Hemos conseguido el objetivo, que era ganar; la gente ha disfrutado y he conseguido marcar. Para mí ha sido un día especial y lo tendré en mi memoria durante mucho tiempo'.
El momento cumbre llegó a las 19.58. Enfrente de una nube de fotógrafos, Gèrard Ernault, director del semanario deportivo francés France Football, cogió el Balón de Oro 2000 en sus manos y se lo entregó a su dueño. Figo, radiante, lo recibió con una sonrisa y lo alzó sobre su cabeza. El Bernabéu rompió en aplausos y atronó con una sola voz: ¡Figo!, ¡Figo!, ¡Figo!
Predispuestos al apoteosis
Fue el apoteosis de una tarde en la que, antes y después, todo lo que ocurrió recordó más a una ceremonia de los oscars y similares que a un partido de fútbol. La gente había salido salió predispuesta de su casa. Cientos de personas se apiñaban frente a las puerta del estadio, que se estaban empezando a abrir, pero fue asomar el autobús del equipo por los aledaños del estadio y los aficionados arrancaron a jalear al portugués. Faltaba hora y media para que comenzase el partido, pero para qué esperar.
Dentro, las gradas se fueron llenando poco a poco. El goteo fue lento, pero constante, hasta que al filo de las 19.30 un dirigible empezó a sobrevolar el césped del viejo Chamartín. 'Figo, Balón de Oro 2000', se podía leer en los laterales del blanco zeppelin. Desde los videomarcadores, el bombardeo de imágenes del nuevo ídolo del madridismo era constante. Con la camiseta blanca, con la de la selección portuguesa, en partidos de Liga, de Copa de Europa, de la Eurocopa... Ninguna con el uniforme del Barça, claro, porque para el madridismo ya es como si Figo, nadie lo duda, siempre hubiera sido futbolista del Madrid. 'Desde que llegué a Madrid y al Real Madrid he sentido el cariño de la gente. Esta fiesta es una muestra más de cariño hacia mi persona', confesó el jugador, que se sabe idolatrado.
El club no escatimó esfuerzos en el empeño de hacer bien patente ese cariño. Tampoco en que Figo se sintiese una estrella. Así que le rodeó de unas cuantas más y aquello se convirtió en una constelación. El inglés Bobby Charlton, el portugués Eusebio, el francés Raymond Kopa, el español Luis Suárez y el propio Alfredo Di Stéfano, todos ellos galardonados también con el Balón de Oro en el pasado, fueron el nutrido elenco de viejas glorias que acompañaron a Figo sobre el césped.
Fue quizás ese el momento del que más disfrutó el jugador. 'Durante el encuentro estás concentrado en el partido y no piensas en la gente que está en el palco, pero lógicamente antes sí eres consciente y te sientes orgulloso. Para mí es un honor enorme compartir esta fiesta con gente que ha sido importantísima en la historia del fútbol', afirmó. La presencia de Eusebio, figura del histórico Benfica de la década de los 60, emocionó especialmente a Figo. 'Es alguien a quien conozco bien, por eso me ha alegrado mucho que pudiera estar aquí en un día tan importante para mí', admitió sobre la presencia de su compatriota.
Desde la grada, el público se unió a la fiesta componiendo un descomunal mosaico de cartulinas doradas. Del mismo color eran los muñecos hinchables que, bajo los impulsos del aire comprimido, palmoteaban en la banda con un nombre -¿adivinan cuál?- impreso en el pecho.
La esposa, en el palco
Figo, abrumado, trataba de digerir tanto fasto en animada charla con Di Stéfano y Eusebio. Arriba, en el palco, su mujer, Helenna, compartía su orgullo junto a Pitina, la esposa de Florentino Pérez. Tampoco eso escapó a los relaciones públicas del club, que también encontraron hueco para homenajear a los chavales del Infantil B, que días atrás ganaron el Torneo Internacional de fútbol 7 celebrado en Tenerife con los mejores clubes de Europa. En el descanso, se tributó además un pequeño homenaje a Dubovsky, el ex jugador del equipo blanco y del Oviedo fallecido este verano en Tailandia tras precipitarse por una catarata.
Hasta ahí llegó lo previsto, pero luego, en el partido, se redondeó la fiesta. Llegó el gol del portugués y, a poco del final, Del Bosque decidió unirse a los agasajos. Tuvo el detalle de sustituirle para que Chamartín en pleno, puesto en pie, despidiera al gran héroe de un día dorado para el Madrid. 'Era un día para Figo. Para que disfrutara y la gente le reconociera todo lo que ha hecho desde que está en el Madrid. Aparte, también llevaba una tarjeta amarilla y el cambio venía bien para protegerle', razonó el técnico sobre la sustitución del portugués.
No acabó ahí sin embargo la noche dorada de Figo. Para eso estaban los lujosos salones del Hotel Ritz, donde el jugador, bajo los auspicios del club, cerró la jornada cenando junto al resto de invitados a una jornada histórica.
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