'El modelo federal americano no vale para Europa'
El historiador Nicolás Sánchez Albornoz y Aboin, hijo de Claudio Sánchez Albornoz -también historiador, que fue presidente de la Segunda República Española en el exilio-, recibió el pasado jueves et título de doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Barcelona. Han transcurrido 25 años desde su regreso a España en compañía de su padre, que falleció en Ávila en 1984. Nicolás Sánchez Albornoz abandonó el país en la posguerra, tras fugarse del campo de concentración de Cuelgamuros, cuyos penados levantaron el Valle de los Caídos, impúdico símbolo arquitectónico de la iconografía del franquismo.
Sánchez Albornoz fue nombrado director del Instituto Cervantes, fundado en 1991 durante el gobierno de Felipe González, y cesó en el cargo tras la llegada de José María Aznar a La Moncloa. Es profesor emérito de la Universidad de Nueva York y ha sido lector de Columbia, Yale y California, entre otros centros. En 1996, Aznar recibió la negativa del escritor Mario Vargas Llosa a su propuesta de que ocupara la dirección del Cervantes y finalmente fue Santiago Mora-Figueroa quien sustituyó a Sánchez Albornoz.
Está considerado por sus colegas un puente entre las escuelas historiográficas hegemónicas del siglo recién terminado. Especialista en temas demográficos, Sánchez Albornoz filtra prioridades culturales entre los intersticios de las grandes magnitudes agregadas: 'La UE no podrá evitar la tentación unificadora, empezando por el terreno lingüístico, con el inglés. Frente a ello, hay que defender el resto de las lenguas de los países de la Unión y también las identidades culturales y lingüísticas de las nacionalidades históricas como Cataluña'.
Pregunta. El Nobel José Saramago dice que toda lengua que no defiende, muere. ¿Está de acuerdo?
Respuesta. Digamos que se trata de encontrar apoyos institucionales. En el caso del español, más que de lengua, conviene que hablemos de la expresión cultural en español, porque así englobamos a América Latina.
P. La Europa del euro camina hacia una realidad política nueva. ¿Se agota España como modelo, como mercado nacional?
R. Al final del siglo XIX, España, Italia, Francia y Portugal no existían como mercados nacionales, lo que había eran zonas de influencia económica. España, como modelo económico, es fruto de la convergencia entre las regiones de la política de Jovellanos en el XVIII. Ahora ocurre en el conjunto de la UE.
P. ¿Coincidían esas regiones económicas con las nacionalidades históricas?
R. No. Tenían que ver con el precio del trigo, los transportes o las comunicaciones, entre otros factores. Una de esas regiones iba de Castilla la Vieja y la Nueva hasta el Cantábrico; otra era Andalucía, con el Levante mediterráneo; la tercera la formaban Galicia y Asturias, y finalmente había una cuarta, menos precisa: Cataluña y Aragón.
P. ¿Cómo estaban repartidas las funciones de estas regiones?
R. La España interior era productora de materias primas, por ejemplo trigo, y el Levante era importador y estaba abierto al comercio internacional.
P. ¿Se puede comparar aquella situación con la actual integración del euro a escala continental?
R. Claro. El proceso de convergencia en Europa está acabando con las economías nacionales, mientras que en su momento la convergencia entre las áreas del franco, la lira o la peseta acabó con las barreras regionales interiores en cada país. La escala es lo que ha cambiado. En el XIX se construyó la red de ferrocarriles en España y ahora las comunicaciones son mucho más completas y de carácter internacional. Lo de ahora es más complejo, pero también más fácil. Ahora existen prioridades obvias.
P. Las monedas de los 12 paíse del área del euro, ¿agrupan en cada caso economías nacionales?
R. No siempre. En España y en Alemania hay una economía nacional, pero no sé si en Luxemburgo y los Países Bajos podemos hablar de lo mismo.
P. ¿Qué pasará con el euro? ¿Se impondrá como moneda internacional, tal como ocurre con el dólar?
R. Pensemos que la sustentación económica de esta moneda es muy sólida. Por tanto, sí: el euro tiene el futuro garantizado como medio de pago internacional a pesar de las vacilaciones cambiarias de los inicios.
P. ¿Y el modelo político de la UE? ¿Se llegará a un federalismo a la norteamericana?
R. En Estados Unidos no existían naciones soberanas. Los actuales estados de la unión son concesiones administrativas de un poder central. Aunque en el momento de su fundación Estados Unidos contaba ya con 13 estados formados con sus modelos constitucionales, lo cierto es que el resto, hasta llegar a los 50 estados federales, fue fruto de colonizaciones. La mayor parte ellos nacieron de dinámicas demográficas completamente nuevas. En Europa, en cambio, se parte de naciones con sus estados y con un gran pasado en el que tienen un papel relevante las diferencias culturales y lingüísticas. Además, también influye el pasado de hostilidad física entre las naciones europeas. El modelo federal americano no vale para Europa, no podría aplicarse aquí en un abrir y cerrar de ojos.
P. ¿Cuál es, en su opinión, el mejor modelo federal?
R. Podría ser el de Suiza. Allí conviven tradiciones políticas y culturales distintas, y han sabido hacer esa unidad. Pienso que la UE podría diseñar su modelo a partir de las limitaciones y virtudes del modelo suizo, antes que pensar en el norteamericano.
P. ¿Dónde quedan las nacionalidades históricas como Cataluña en este esquema general?
R. Creo que lo que no tiene sentido son las reivindicaciones soberanistas por parte de Cataluña en un momento en que España está cediendo soberanía en Europa. Es decir, no se puede esperar una cesión de soberanía hacia abajo cuando se está efectuando a marchas forzadas la cesión hacia arriba.
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