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Reportaje:

Polvo, sudor y barro en el Casón

Las obras de rehabilitación del museo de pintura del XIX, adscrito al Prado, empezaron en 1996 y seguirán 18 meses

El Casón del Buen Retiro, uno de los museos monumentales más señeros de Madrid, que albergaba desde cuatro décadas 360 pinturas españolas del siglo XIX pertenecientes al Prado, parece haber reventado por dentro. Su entrada por la calle de Alfonso XII, guiada hasta la primavera por una escalera de piedra berroqueña, es hoy un terraplén deforme donde campan ruidosas excavadoras que impregnan sus fachadas de una pátina polvorienta. Sus puertas de hierro, bajo arcos de medio punto, han sido desmontadas y muestran sus jambas de ladrillo macizo descarnadas del yeso que las cubría.

Adentro, entre sombras rotas por haces de luz que penetran por 10 huecos entubados de otras tantas ventanas, se encuentra su estancia central: tiene 32 metros de longitud, 12 de anchura y 20 de altura; desde 1637 en que fuera construido por Alonso Carbonell, con materiales muy vistosos pero endebles, esta pieza fue Salón de Baile del palacio del Buen Retiro bajo el reinado, galante, de Felipe IV.

Hoy, sin embargo, presenta un desorden semejante al de un campo de batalla asolado por la lid de dos ejércitos. Su apariencia es tan lamentable que el Casón parece un edificio hueco y fantasmal. Únicamente conserva, de su estructura original, la bóveda, decorada con una alegoría del Toisón de Oro por Lucas Jordán, pintor de Corte de Carlos II, El Hechizado. Dañada por el tiempo y agrietada, la cúpula ha recibido cuidados de dos expertos italianos que restauraron la Capilla Sixtina, así como del español Juan Aguilar.

Para Jesús Ruiz, secretario técnico del Área de Infraestructuras del Ministerio de Educación y Cultura, 'el Casón no es Beirut, su aspecto hoy es inevitable para ponerlo a punto', dice. Le acompaña el arquitecto Manuel Martín Rabadán, que pertenece al equipo de una quincena de técnicos que aplica el proyecto de rehabilitación, ideado y dirigido por Jaime Tarruel, directivo del Colegio de Arquitectos.

El proyecto, ganado en concurso con empresas francesas, británicas y alemanas, comenzó su aplicación a partir de mayo de 1996, con el remozamiento completo de la cubierta, a base de un emplomado que le fue aplicado desde un andamiaje metálico deslizable, en forma de cápsula, de 20 toneladas de peso. Durante aquellas obras, el Casón, que entre 1981 y 1992 había albergado el Guernica y 63 dibujos de Picasso hasta su traslado el Museo Reina Sofía, mantuvo sus puertas abiertas para la contemplación pública de las colecciones pictóricas españolas del XIX. Pero en agosto de 1997 fue cerrado. El verano siguiente, en julio, el Ministerio de Cultura adjudicó en 1.450 millones de pesetas la rehabilitación del Casón.

La meta a conseguir era la ganancia de un espacio interior de hasta 3.600 metros cuadrados de espacio de exhibición, dice Ruiz, de los 10.000 metros cuadrados construidos, distribuidos en dos sótanos y una planta baja, que permitiera la exposición de hasta 517 cuadros de pintura histórica española. Estos cuadros tienen la particularidad de su gran formato, como el famoso Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros, de Antonio Gisbert, con 3,60 metros de altura por 6 de longitud, hecho que presenta problemas específicos.

El ministerio previó entonces culminar las obras de rehabilitación en 18 meses. Hoy, sin embargo, ese plazo se ha visto ampliado. 'También el presupuesto ha aumentado en un 20%, aproximadamente, por la complejidad de los obstáculos que se van descubiendo', señala el secretario técnico de Infraestructuras. 'Tras consumar la consolidación y la reparación de todas las patologías surgidas, confiamos culminar las obras en los próximos 18 meses', dice ahora Jesús Ruiz.

Actuaciones dañinas

¿Cuáles han sido esas patologías? 'Las hay de todo tipo', responde Martín Rabadán: 'Este edificio sufrió numerosas actuaciones, la última de ellas en la década de los setenta, y muchas fueron especialmente dañinas'. Y el arquitecto muestra fotografías del estado en el cual encontraron los paramentos del Casón, tras picar la capa de yeso que los revestía. 'Mire aquí', señala, 'los muros rajados por las bajantes de las conducciones eléctricas, tajados con huecos de grandes dimensiones para el aire acondicionado y otras hendiduras bajo su revestimiento, invisibles al público que visitaba el museo', señala.

El presupuesto incluye la incorporación de una empresa especializada en el control de calidad de la construcción, Incosa, añade el secretario técnico, que detalla la presencia en las obras del Casón de entidades como Cedex, un instituto de geotecnia, vinculado al Ministerio de Fomento.

Para ahuecar el espacio a ganar en los sótanos se trabaja en un complejo sistema de micropilotaje, que exige perforaciones. Ayer mismo, una de las taladradoras empleadas zarandeaba con su traqueteo la atmósfera dentro del Casón, mientras hundía su broca a gran profundidad. También ayer, las oficinas de la unión temporal de empresas, Necso y FCC, que realiza las obras, trasladaba sus despachos desde la segunda planta del edificio del Casón -para tratar el forjado de este piso- a una isleta prefabricada exterior que angosta, más aún, la calle de Felipe I, ya estrechada un año atrás por la construcción de una atarjea perimetral en torno al edificio, para blindarlo de aguas detectadas en noviembre de 1999 a 18 metros de profundidad y de cuantas pudieran surgir. Ello inquietó al vecindario, pues creyó que el barrio se inundaría. Con las obras, sus tribulaciones prosiguen.

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