La otra cara de Internet
Las nuevas tecnologías demandan trabajadores cualificados y empujan al paro u obligan a reciclarse a los menos preparados
Desde hace un par de años, Internet parece la palabra mágica casi para todo, quizá con la excepción de los vaivenes que las empresas ligadas a este fenómeno han sufrido en los mercados bursátiles. Su explosión no sólo esta transformando un buen número de profesiones, sino que ha provocado un alud de ofertas laborales, que ha unido desde hace tiempo las palabras escasez con informático, ingeniero de telecomunicaciones y otras profesiones muy cualificadas. La otra cara de esta revolución tecnológica es menos amable: la de las dificultades que tienen las empresas para adaptar sus plantillas a los nuevos tiempos, sin descartar algunos despidos.
Es lo que le ha pasado a un 2% de los trabajadores del sector de los seguros, según un estudio realizado por la consultora especializada Medialabs, sobre el uso que 87 aseguradoras españolas hacen de Internet. A cambio de ese sacrificio, estas compañías han visto aumentar su productividad gracias a las nuevas tecnologías.
Esta circunstancia, que afecta sobre todo a personal no cualificado, no se puede, sin embargo, generalizar a otros sectores. 'No ha habido ninguna revolución tecnológica que haya destruido puestos de trabajo', ni la invención de la máquina de vapor ni la llegada de los ordenadores, subraya José Manuel Rey, socio responsable de e-business en la consultora Arthur Andersen. De hecho, lo más habitual es que la introducción de las nuevas tecnologías en una empresa vaya de la mano de un aumento de la plantilla, para incorporar nuevos expertos, una transformación de la misma -sustituir trabajadores no cualificados por licenciados y técnicos- o de un obligado reciclaje de aquellos trabajadores de la empresa que pueden ser sustituidos por las máquinas, explica César Tapia, de Medialabs. Y coinciden con él todos los profesionales consultados.
Ajustes consecutivos
Se trata, pues, de un proceso que exige la revisión de buena parte de los perfiles profesionales tal y como los conocemos hoy, su transformación para adaptarlos al nuevo entorno, pero que no tiene por qué provocar un goteo continuo de despedidos, sino ajustes consecutivos.
Un buen ejemplo de esta situación son las entidades bancarias. Realizar una transferencia entre diferentes cuentas, consultar el saldo de una cuenta o tarjeta o preguntar las condiciones de un préstamo para el consumo, entre otros muchos servicios, ya no exige pasar por una ventanilla y, sin embargo, las sucursales no sólo no han desaparecido, sino que, en algunos casos, han visto además aumentar el número de trabajadores que las ocupan.
El ejemplo más claro de esta circunstancia es Bankinter, un banco que ha apostado de forma decidida por la banca telefónica e Internet, una estrategia que se ha acelerado desde septiembre de 1997. Esta apuesta se ha traducido en 200 nuevos puestos de trabajo creados el año pasado, explica su responsable de recursos humanos, José Luis del Valle. El modelo escogido por esta entidad, que ha visto facilitada su transformación por su tamaño -menos de 300 oficinas y unos 3.000 empleados que tienen una media de menos de 36 años-, ha permitido mantener los puestos de trabajo, incluso los menos cualificados. Se trata de combinar la atención virtual de los clientes con la telefónica y personal, lo que garantiza un buen número de puestos de trabajo de cualificación media y baja.
A esta circunstancia se une el hecho de que todos los trabajadores, 'hasta los ordenanzas', han recibido formación en materia de nuevas tecnologías y cuentan con una intranet -una red que une los ordenadores de todos los trabajadores- para actualizar sus conocimientos. Bankinter se gastó el año pasado 700 millones de pesetas en formar a sus empleados.
Un cambio necesario
Una situación distinta pueden vivir aquellas empresas que no tengan una apuesta tan clara, o el dinero necesario para formar a sus empleados o simplemente sean tan grandes que les cueste mucho más transformarse, algo que consideran necesario la mayor parte de los empresarios, según un estudio de PriceWaterhouseCoopers.
Parece claro que el perfil de los trabajadores que demandan las empresas ha cambiado en los dos últimos años. No sólo porque se ha disparado la demanda de expertos en nuevas tecnologías -España tendrá un déficit de 100.000 en 2003, según la consultora International Data Corporation (IDC); en 2002 habrá tres millones de europeos en el sector, afirma Accenture, antes Andersen Consulting-, sino porque las empresas quieren hoy un tipo de trabajador distinto, desempeñe el puesto que desempeñe: más preparado, con capacidad para aprender cosas nuevas y para adaptarse a los cambios, asegura una encuesta realizada entre responsables de recursos humanos de empresas españolas por la consultora Arthur Andersen. 'Un gestor más que un procesador', en palabras de José Manuel Rey.
Al margen del perfil y de la dificultad de retener a unos trabajadores que se rifan muchas empresas, el cambio también afecta al resto de las plantillas, que normalmente suelen resistirse a las transformaciones, reconocen los consultados. De ahí que a veces para las empresas suponga un coste mayor invertir en su reciclaje que buscar en el mercado nuevos profesionales, asegura el experto de Arthur Andersen, quien, sin embargo, subraya que casi siempre se opta por no despedir.
La encuesta de Arthur Andersen revela algunos peligros más sutiles que un despido que los directivos españoles ya han empezado a entrever: que las nuevas tecnologías provoquen una despersonalización de las relaciones laborales, debiliten la frontera entre el trabajo y la vida privada o faciliten la pérdida de la cultura empresarial.
Derechos virtuales
Internet y las nuevas tecnologías están cambiando el entorno laboral, y no sólo en las empresas de nueva creación. Cada vez más trabajadores reciben formación online, tienen una cuenta de correo electrónico o emplean Internet para buscar información necesaria para su trabajo. Estas situaciones crean al mismo tiempo nuevos problemas en el entorno laboral. Problemas que, en muchos casos, no han recibido una respuesta normativa. El ejemplo más claro y reciente es el del carácter privado de las comunicaciones electrónicas de los empleados, algo que cuestionan algunas empresas. En el Reino Unido esta postura está avalada por una norma que permite a los empresarios controlar el correo electrónico y las llamadas telefónicas que sus empleados hacen desde su puesto de trabajo en determinadas situaciones. En España, esta cuestión no está tan clara porque no existe una normativa específica. La sección sindical de CC OO en el BBVA, sin embargo, ha planteado ya un conflicto colectivo para usar Internet como un canal más de información a los empleados.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.