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La nobleza del villano

Di Canio, del West Ham, renuncia a marcar ante la lesión del portero rival

Isabel Ferrer

Violento, pendenciero y mal hablado, Paolo di Canio, delantero italiano del West Ham de Londres, ha saboreado por fin la gloria deportiva gracias a un noble gesto insólito en él. Más conocido por empujar a los árbitros y regresar a su país sin avisar cuando está deprimido, el sábado cogió la pelota con las manos y paró el juego cuando vio que el portero rival del Everton yacía lesionado en el suelo. Di Canio renunció así a dar el triunfo a su equipo. Su entrenador, Harry Redknapp, no sabe aún si reñirle o abrazarle.Empatados a un gol, el Everton y el West Ham llevaban 90 minutos aburriendo a los 31.000 espectadores que acudierona Goodison Park. Cuando todo parecía indicar que la jornada no pasaría a los anales futbolísticos nacionales, Di Canio dio una lección de honor que dejó boquiabiertos a todos. A seis minutos escasos del final, y con su equipo en pleno ataque, el italiano recibió un pase del extremo Trevor Sinclair. Con la defensa del Everton desarbolada y la portería vacía, bastaba con dar una buena patada, marcar el gol y regresar victorioso al vestuario.

La pelota le llegó, desde luego, pero en lugar de meterla en la red Di Canio la cogió con ambas manos señalando con la cabeza hacia Paul Gerrard, portero del Everton. Hecho un ovillo en el suelo, éste se retorcía de dolor tras un encontronazo con Frederic Kanoute, jugador el West Ham, que parecía haberle lesionado la rodilla. Aunque luego resultó que se trataba de una contusión, molesta pero de fácil arreglo, Di Canio no podía saberlo. Según diría luego, pensó que Gerrard tenía un hueso roto y lo último que quiso fue aprovecharse de la mala fortuna de un colega.

"No soy un santo, ni tampoco era un asesino cuando tuvo el problema con el árbitro", dijo el jugador italiano.Curiosamente, el héroe de la tarde era el mismo bruto malcarado que, en 1998, cuando defendía los colores del Sheffield Wednesday, había empujado al árbitro Paul Alcock por expulsarle de un partido contra el Arsenal. Una agresión que le costó al delantero italiano once partidos de suspensión y 2.380.000 pesetas de multa. Por no hablar de su posterior huida a Italia alegando estrés y depresión y por la que le restaron dos semanas de sueldo. O bien del furioso corte de mangas que le dedicara el pasado año a un jugador del Aston Villa tras marcar el gol del empate en un partido de la liga nacional. Una "obscenidad intolerable", según la crítica especializada.

Di Canio asegura que repetiría su acción. "Hice lo correcto, y lo digo aunque mi madre y mi padre opinaran lo contrario. En los partidos, los rivales son mis enemigos, pero cuando están lesionados son mis compañeros de profesión".

Sobre su nueva condición de héroe de la deportividad, el ex delantero del Juventus de Turín y del Milan se mostró escéptico: "Nunca había estado en una situación de este tipo. Mentiría si dijera como reaccionaría si todo esto hubiera sucedido en la final de la Copa del Mundo".

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