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Tres millones de indemnización para una mujer a la que un perro mordió la nariz al asomarse a un chalé

Sin vigilancia

La Audiencia de Madrid ha condenado a pagar casi tres millones de pesetas a los dueños de un perro mastín que destrozó la nariz de una mujer cuando ésta asomó la cara a un jardín a través de la verja de una casa situada en la calle de Las Matas, en Madrid. La mujer, Elena F. P., de 39 años, tardó en curar de las heridas más de dos meses, y reclama otras 650.000 pesetas para la operación de cirugía estética que necesita en su rostro.Según la sentencia, los hechos ocurrieron el 11 de septiembre de 1997, al aproximar Elena el rostro a los barrotes de la cancela de entrada al jardín de la vivienda. Un perro, de unos 70 kilos de peso, que estaba suelto, sacó el morro y asestó un mordisco a Elena en la nariz. La herida fue trasladada con el rostro ensangrentado al hospital La Paz, donde fue intervenida quirúrgicamente. Como consecuencia de estos hechos, le ha quedado una alteración en la respiración nasal y una deformidad con "un importante perjuicio estético, sólo reparable con cirugía estética", según la sentencia.

El perro se hallaba bajo la custodia de Ricardo L. C. , copropietario del animal junto a las también condenadas Tomasa M. D. y María C. M., todos ellos dueños de la finca en la estaba el animal.

La Audiencia entiende que los hechos constituyen una falta de lesiones cometida por imprudencia leve, toda vez que el acusado, Ricardo L. C., omitió las normas de cuidado al dejar al perro suelto en el jardín, sin vigilancia y en disposición de causar un daño a terceras personas, según la sentencia dictada por el Juzgado número 6 de Alcobendas, que luego ha ratificado la Audiencia de Madrid. Ricardo reconoció en el juicio que el animal estaba bajo su custodia. Los jueces afirman que han tipificado el hecho como falta, y no como delito, porque no existió dolo en la actitud de los implicados. La condena contra las copropietarias de la finca se debe, según el tribunal, a que debieron haber colocado, entre otras medidas de precaución, un cartel en los barrotes indicando la existencia de un perro suelto o alguna protección en los barrotes que impidiese el contacto entre el perro y los viandantes. En el juicio, los dueños del can admitieron que éste, alzando sus patas delanteras, podía alcanzar la altura media de una persona.

Un día después del mordisco a Elena, el dueño del can denunció que unos desconocidos habían golpeado al animal con un palo en cuya punta había un clavo de 10 centímetros. Según él, se dio cuenta de la agresión que sufrió el can por los ladridos que escuchó.

Francisco Vargas Salmerón, abogado de uno de los acusados, ha puesto ahora una denuncia contra Elena y otros dos testigos por entender que sus testimonios son falsos. Según el letrado, "no hubo tal mordedura (fue un zarpazo) y los testigos que declararon haber visto la mordedura faltan a la verdad", señala. Vargas sostiene que hay contradicciones en la fecha en que el perro supuestamente atacó a Elena y que los testigos que declararon son falsos. "Lo que buscan es un enriquecimiento injusto con un manifiesto desprecio por la verdad", dice el letrado.

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Los vecinos de Elena afirman que esta mujer tiene dos juicios abiertos contra la comunidad de propietarios donde vive. "No paga las cuotas", dice una vecina, "y ha causado destrozos en el portal de madrugada".

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