Historia, tenis y prostitución
Corrían los años en que Santana y todos los que en aquella época del blanco y negro consiguieron pegarnos al televisor, aunque fuera del vecino, para ver un deporte que hicieron popular. Mis hermanos y yo, que vivíamos en Vallecas, para poder emular sus hazañas nos cogíamos el metro y nos íbamos a la Casa de Campo con dos raquetas de juguetería, una cuerda larga, dos pelotas y, lo principal, mucha ilusión.No se nos olvidará un día en que después de un buen rato de juego y con mucho calor, a mi hermano el mayor se le ocurrió quitarse la camisa o el polo que llevaba y se quedó en camiseta interior de tirantes. Por arte de magia apareció un municipal y, recriminándole su gesto, le impuso una multa de 25 pesetas (de las de aquellos tiempos). Aclarar que él tendría catorce años y todos los demás, más pequeños, lógicamente, nos encontrábamos en la zona de Batán, lejos de las zonas más transitadas. Hasta aquí, la parte deportiva e histórica.
Qué hubiéramos pensado si nos dicen que treinta y tantos años después no podrías ir solo con esas edades por allí, que nuestros hijos no podrían jugar porque la zona se dedica a otros deportes para adultos.-
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