Más montaña, es la Vuelta
La ronda ciclista de 2001, con seis llegadas en alto y una cronoescalada, un espectáculo sin fin
"Viento, reloj y montaña". La ironía corrió rápida entre canapés, croquetas y platillos de paella. Entre los invitados a la presentación de la Vuelta ciclista a España, un espectáculo ya de buen nivel, con docenas de técnicos, corredores, dirigentes y compañía."Viento, reloj y montaña", había resumido Enrique Franco, el dueño de la Vuelta, a la hora de glosar la edición 2001 recién presentada. "Viento, reloj y montaña", repetían como un eco, repetían con resabio, técnicos y demás. Como si fuera una novedad. Viento, los famosos abanicos de la Meseta y La Mancha, Albacete y León en el historial de la Vuelta; reloj, las contrarreloj, como siempre, elemento necesario en cualquier ronda; y montaña, siempre montaña.
Es la Vuelta. Es la carrera española. Es la carrera para los ciclistas españoles, para los cracks del siglo XXI. Para Roberto Heras, ganador en 2000, Haimar Zubeldia, el mejor corredor del mundo de 23 años; Igor González de Galdeano, Óscar Sevilla, Francisco Mancebo, Joseba Beloki, Ángel Casero, Carlos Sastre, Manuel Beltrán, para todos los que lleguen. Para todos ellos, viento, reloj y montaña, distribuidos así, a lo grande, casi a lo bestia.
Aun habiendo limado aristas con respecto a la edición 2000, el concepto es similar. Fuera las etapas largas, intrascendentes y aburridas. Dentro las etapas cortas -aunque se queda en el borde de los 3.000 kilómetros totales, no tan cortas como en 2000; de todas maneras: la media ha aumentado 14 kilómetros diarios y dos días se supera el límite de los 200 kilómetros- y con movimiento. En la mayoría de las llanas, siempre la amenaza del viento.
En las que no son llanas, montaña, más montaña: siete llegadas en alto, incluida la de la cronoescalada andorrana, dos más que en 2000; tres puertos hors catégorie, los mismos que en 2000, aunque este año descansa el Angliru, el símbolo de la Vuelta de la modernidad; diez primeras, dos más, y ocho segundas, el doble que el año pasado.
Y las que no tienen viento ni montaña son las del reloj. Tres contrarreloj llanas: una de 15 kilómetros y un par de ellas en la cuarentena. "Mucha contrarreloj", decían los directores temerosos; "cien kilómetros son muchos, muchos más minutos que los que puedan contrarrestarse en la montaña". Pero así es la Vuelta 2001, más bestia que la de 2000. Incluida la distribución de las dificultades.
La Vuelta 2001 corre, sí, un peligro. Si la corre uno tan bueno como Ullrich -a quien, de todas maneras, no se le espera- o Armstrong -a quien tampoco se le verá por aquí-, esto es, si Haimar Zubeldia, por ejemplo, confirma lo que se sospecha de él, que es muy bueno contrarreloj y que no es nada torpe subiendo, puede que pasada la octava etapa todo haya acabado. Carrera bloqueda. Finito. Es que el primer día decisivo, nada menos que la subida a Lagos de Covadonga, llega ya en la quinta etapa; y la séptima son los 45 kilómetros de la contrarreloj de Torrelavega; y la octava ya la segunda llegada en alto, la riojana de la Cruz de la Demanda.Tres días para crear diferencias -cuatro si se suma la contrarreloj inicial, los 15 kilómetros de Salamanca- en la primera semana: demasiado. Y si la carerra sale de allí casi hecha, perderá importancia la novedad de 2001, la llegada a Aitana, en Alicante, un monte largo y sinuoso que Franco comparó, por la aspereza del paisaje, nada menos que con el Mont Ventoux.
En la edición 2000, la de las novedades -ya saben: etapas cortas, días de descanso juntos y eso-, la Vuelta hizo una encuesta entre corredores y directores. Los ciclistas veteranos dijeron que preferían los dos días de descanso más espaciados -en 2001 serán de reposo el segundo y el tercer lunes-; los veteranos también querían las etapas más largas, pero en este punto les aventajaron los jóvenes, que preferían las distancias cortas.
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