Kluivert reparte goles

Peleado siempre con los palos y fallón a menudo ante el portero, a Kluivert se le recrimina los goles que falla sin reparar en los que concede, seguramente porque viste la casaca del delantero centro, punto y final de un equipo. No marcó ante el Espanyol, un club que se le daba bien como ningún otro (había saldado sus cuatro enfrentamientos con cuatro goles), pero participó en tres de los cuatro goles del Barça: en el primero habilitó a Rivaldo; forzó el penalti que supuso el tercero (castigo que calificó de exagerado); y engrendró el cuarto en una acción preciosa: se perfiló con un desmarque preciso para recibir el pase en profundidad de Cocu, tiró hasta el segundo palo para provocar la salida de Mora y, con el portero fuera del marco, taconeó para la llegada de Luis Enrique, que definió perfectamente con un remate ajustado al poste. Kluivert se asoció igualmente con los medios que con los extremos; leyó los centros de Simão y permutó su posición con Rivaldo; y sacó a los centrales del área. Pese a sus críticas ("añoramos a Figo y dependemos demasiado de Rivaldo"), el holandés ha perseverado en su altruismo y hoy es imprescindible, porque su protagonismo ha aumentado en la medida que juega como único y último delantero.