La izquierda del milenio
La séptima asamblea de Esquerra Unida del País Valencià (EUPV), celebrada el pasado fin de semana, apenas ha dado motivo para los comentarios y el despliegue mediático. Su apacible desarrollo y la reelección prevista de su coordinador general, Joan Ribó, no constituyen los acicates idóneos para sacudir el interés de los observadores y del estamento político. No habiendo sangre -siquiera sea metafórica-, ni siendo alternativa de gobierno, tampoco hay morbo. También es verdad que, cuando lo hubo, los medios de comunicación -salvo excepciones contadas- siempre han mirado un tanto de soslayo los avatares de esta coalición, ahormada para avanzar en solitario y, a menudo, contra corriente.Sin embargo, creemos que en esta ocasión el trabajo de la citada asamblea merece alguna glosa. Por lo pronto, y no es un aspecto baladí, el hecho de que no se haya cuestionado el citado liderazgo, circunstancia de todo punto afortunada a la vista de lo que suele acontecer en todo proceso partidario y renovador, como el que sin alboroto se está produciendo en EUPV. El reelecto Ribó es un capital político que no puede ser amortizado frívolamente, como con tan lamentable frecuencia ha venido ocurriendo en el magma de esta izquierda que busca su lugar al sol. En este sentido es un síndrome plausible del cambio que se postula.
No es menos notable la llamada al pluralismo, como componente enriquecedor, por más que haya decepcionado al núcleo duro de la vieja cepa comunista. No hay futuro político posible para ninguna propuesta que no deje fluir libremente ideas y talantes, en un marco organizativo abierto y flexible, pues ese es uno de los ejes que ha de imantar buena parte de los votos perdidos y de las siglas dispersas que por pragmatismo y coherencia han de potenciarse mediante una unidad de acción ante los problemas del nuevo siglo, que son en gran medida los problemas seculares, sólo que reclaman otras soluciones que la izquierda ha de elaborar y defender sin enviscarse excesivamente en lo políticamente correcto u oportunista. Con la desigualdad social, el desmantelamiento del sector público, las reivindicaciones de la mujer o los desmanes medioambientales no hay que andar con medias tintas. Para este menester ya funciona la socialdemocracia centrista y desleída.
Otra novedad relevante, que en suma es la recuperación de una credencial relegada de la izquierda, consiste en el trabajo político a pie de calle. Comprendemos que es más fácil decirlo que acometerlo, sobre todo cuando se ha perdido a inercia y han aflorado movimientos cívicos de la más variada dedicación que han colmado el espacio abandonado por los partidos que otrora fueron motores y garantes de la movilización. Sin allanar la independencia e impulso de este universo societario, la izquierda no puede quedarse marginada ni renunciar a constituirse en su expresión política. El riesgo de ese supuesto encogimiento no es otro que el de prolongar la postración de EU hasta su desguace definitivo.
Entre otras, éstas han sido algunas de las declaraciones que se han oído en la asamblea y que Ribó predica a la izquierda desarbolada y dispersa que se apresta a medir sus fuerzas con los retos del milenio. O tal dice ser su voluntad.
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