Es igual, pero no es lo mismo
Los amantes de la Cruzcampo sabemos que hay diferencia. ¿Cruzcampo de barril o Cruzcampo de botellín? Pues la verdad es que es igual, pero no es lo mismo. En mi caso, por ejemplo, la prefiero de barril, definitivamente. Y si es tirada como es tirada en El Tremendo, pues mejor que mejor.Tras el congreso del PSOE de Andalucía, es posible que algunos piensen que no ha pasado prácticamente nada. Así, por ejemplo, se ha afirmado que las personas básicas de la etapa anterior siguen siendo los reales controladores de la situación, aunque en algunos casos hayan dejado de estar tan en primer plano en Andalucía, como es el caso del descuelgue de Asenjo, o no ocupen puesto por sí mismos en el núcleo central de la dirección, como sucede con Pepe Caballos. Algunos analistas, incluso, han recurrido a la tan manida, como errónea y mal asumida, idea del Príncipe Salina -"cambiarlo todo para que nada cambie"- para explicar lo acontecido. Lo más cierto, por el contrario, es que siempre todo cambio trae cambios y más cambios. Hasta Lampedusa lo sabía. En El Gatopardo, en efecto, al final, Don Fabrizio Salina comprende que se había equivocado, que él era el último Salina de verdad, y que el cambio había triunfado, después de todo. ("Quel Garibaldi, quel barbuto Vulcano aveva dopo tutto vinto").
En el PSOE de Andalucía, creo yo, se ha producido una operación modélica de "transición ordenada", aunque con algún coste personal injusto, quizás. Los integrantes del núcleo dirigente han sabido convocar y sumar tranquilamente al trabajo, para la etapa inmediata, a un grupo de representantes de una nueva generación "política", que será la básica protagonista de los tiempos futuros. Los Zarrías, Pizarro, Caballos, Perales, Torres Vela, Claret... saben que ellos, como el Príncipe Salina, son los últimos de la generación política de la transición. Ellos, personalmente, seguirán teniendo cosas que hacer, que decir y que decidir, pero el futuro ya no es de su generación, sino de la generación a la que ellos mismos han sabido convocar, y que está tan bien representada por María del Mar Moreno, por Antonio Fernández Poyatos, por Salvador de la Encina o por Monserrat Reyes, por ejemplo. (El caso de Chaves es distinto y aparte. Chaves, en mi opinión, está consiguiendo algo que Mitterrand pregonaba de sí mismo con vanidad: formar parte del paisaje de Andalucía. "Je fais partie du paysage de la France", decía el viejo brujo republicano francés. Algo así puede decir de sí Chaves. Le podría pasar como a Chaban-Delmas, que estuvo más de 40 años de alcalde de Burdeos y que lo justificaba diciendo que él era ya "como de la familia" para todos los electores).
En el PSOE, pues, el núcleo dirigente sigue en su sitio. Es igual, pero no es lo mismo. Se ha abierto una dinámica nueva. Supongo que esa dinámica no se limitará sólo al partido. El Gobierno andaluz deberá tomar nuevos impulsos. No sólo porque el PSOE cambie tranquilamente, sino porque la situación política general se abre y porque la legislatura en Andalucía, de verdad, empieza ahora.
En España, en efecto, el clima político está cambiando. El PP ya no está en estado de gracia, la economía tiene dificultades y el discurso y el estilo de oposición de Zapatero pueden acabar calando. De hecho, en las últimas semanas, las cosas que se dicen desde la oposición empiezan a tener mucha más capacidad de condicionar al Gobierno y de ser acogidas por la opinión pública. Y ello no se debe a que se esté empezando a decir cosas distintas, sino a que la gente sabe que las cosas que se dicen empiezan a ser verdad. Ahí estriba la fuerza de la oposición y sus posibilidades de futuro.
En Andalucía, tras los congresos de todos los partidos y con la política nacional en su sitio relativo, es ahora cuando va a empezar realmente la legislatura 2000-2004. Es ahora cuando el debate andaluz tendrá que volver al primer plano. En el debate andaluz, en la política andaluza, el principal referente es el Gobierno. Ahora, pues, es el Gobierno andaluz el que tiene que tomar iniciativas y el que tiene que tener la fuerza para condicionarlo todo. Ahí está la pelota.
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