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FINAL DE LA COPA DAVIS La gran cita del tenis español

El tipo al que vamos a odiar

Hewitt, el 'número uno' australiano, conjuga su mala educación en la pista con un juego bravo y sin fisuras

Alex Martínez Roig

Lleyton Hewitt es maleducado, peleón y bocazas. Cuando gana un punto, clava sus ojos en el rival y le dedica un sonoro "¡yeeeeaaaahhhh!" mientras levanta el puño cerrado o se golpea el pecho. No rehúye ningún intercambio verbal en las conferencias de prensa. Àlex Corretja, un diplomático del circuito, ni siquiera le dirige la palabra. A John McEnroe le cae muy bien. Con un currículo así, el número uno australiano no es precisamente popular entre sus compañeros.Hewitt, de 19 años y sexto del mundo, con 1,80 metros y 65 kilos, es el malo de la final. El tipo al que vamos a odiar. Y el papel le gusta. Incluso se parece a uno de esos monstruos tipo Pokemon, que aumentan su fuerza cuantos más golpes reciben. En la Copa Davis de 1999, Kafelnikov anunció día tras día: "Le voy a dar una lección". Hewitt se impuso por 6-4, 7-5 y 6-2. "Quería salir para matarle en la pista. No hay nada mejor que ganar a quien lleva toda la semana diciendo que te va a aplastar", dijo.

"Tiene una enorme capacidad para jugar en los ambientes más hostiles", afirma el legendario John Newcombe. Quizá la fuerza provenga de su padre, un ex jugador de fútbol australiano, ese deporte mezcla de rugby y boxeo que juegan unos tipos realmente agresivos, con camisetas sin mangas. O quizá la explicación esté en sus años de formación, cuando, ni alto ni fuerte, jugaba siempre contra chicos dos o tres años mayores que él. Quería ser como Agassi, la última cara que veía cada noche antes de dormirse, en un póster colgado en su habitación.

Los españoles están convencidos de que el título de la Copa Davis pasa por ganar a Hewitt uno o dos puntos. No lo ven fácil. "Juega muy bien en el fondo de la pista. No da una bola por perdida. Tiene un tremendo carácter ganador", dice de él Javier Duarte, uno de los cuatro capitanes españoles; "su juego no tiene fisuras. Es muy luchador. Es como uno de los nuestros".

Puede ser. Es un australiano que ni saca bien ni gana puntos con la volea. Le gusta jugar en tierra batida. Tiene unos movimientos de pies rápidos y extraordinarios. Resta muy bien y su gama de golpes es completa. Pero no tiene ninguno ganador. Su fuerza está en el carácter. Es muy agresivo. Un gladiador con instinto asesino. Siempre presiona al rival. Se mete en la pista, chilla, levanta el brazo, reta con la mirada. Un agobio.

Su carrera despegó en 1998, cuando ganó el torneo de su ciudad, Adelaida. Era el 550º de la ATP. Nadie ha conseguido algo semejante. En tres años se ha colocado el sexto y Nike, siempre en busca de chicos malos, le ha convertido en su imagen.

A Corretja le ganó por 6-0, 6-0 y 6-1 en el último Open de Australia. Seguro que no comentaron el partido en el vestuario. De hecho, ni se hablan. Corretja no le soporta. Y por eso peleó hasta el final para derrotarle en el Masters por 3-6, 7-6 y 6-3 pese a no jugarse nada. Era una victoria psicológica a una semana de la final. Los capitanes españoles analizaron cada detalle: "Hewitt siempre pelea y en Lisboa bajó la cabeza en el último set. Sufrió una enfermedad vírica hace unas semanas en París. Quizá no esté al ciento por ciento".

Puede ser un primer signo de debilidad. Pero que nadie se confíe. Hewitt está recargando las pilas en Barcelona. Está dispuesto a jugar contra 15.000 personas. Sabe que sólo una de ellas llevará una raqueta en la mano. Le gusta más este ambiente que la frialdad de un torneo de trámite. Se parece más al fútbol australiano.

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Sobre la firma

Alex Martínez Roig
Es de Barcelona, donde comenzó en el periodismo en 'El Periódico' y en Radio Barcelona. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Deportes, creador de Tentaciones, subdirector de EPS y profesor de la Escuela. Ha dirigido los contenidos de Canal + y Movistar +. Es presidente no ejecutivo de Morena Films y asesora a Penguin Random House.

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