Simplemente, Guga
Kuerten derrota a Agassi en la final del Masters y acaba el año como 'número uno' mundial
Nada puede cambiarle. Es simplemente Guga. Lo era cuando ganó su primer título de Roland Garros, en 1997, sin que nadie lo esperara. Y sigue siéndolo ahora que, tras repetir en la tierra batida parisiense, acaba de ganar al estadounidense Andre Agassi por 6-4, 6-4 y 6-4 en la final del Masters, torneo en el que ha totalizado 266 millones de pesetas en premios y que le ha convertido en el número uno del mundo al final de esta temporada.Guga sigue siendo el mismo. Ni el dinero ni los títulos han logrado cambiarle. Su personalidad y su sentido moral quedó patente sólo unas horas antes de que se disputara la final en Lisboa, cuando afirmó que no le importaba perder: "No tengo la necesidad de ganar. Me conformo con estar en la final. Me gustaría ser campeón, pero sin que Safin tuviera que perder el liderato del tenis mundial. Creo que se lo merece".
Gustavo Kuerten no sólo ganó la final, sino que puso en evidencia a un Agassi que, en cierta forma, le había cuestionado cuando le ganó esta misma semana en los partidos del round-robin y el brasileño sufrió una torcedura de tobillo. "Lo que hoy ha hecho Guga es muy grande", comentó Agassi; "cuando un tenista alcanza su nivel, a lo único que aspira es a ganar grandes títulos y a convertirse en el número uno. Y él ha conseguido las dos cosas esta tarde. Me alegro por él, porque es un gran jugador y una persona muy noble".
La final concluyó propiamente cuando el brasileñó le arrebató el servicio al ex número uno en el quinto juego de la tercera manga. Kuerten se había anotado las dos anteriores y aquella rotura le colocaba en una excelente posición para ganar. Agassi ganó entonces cómodamente sus saques, pero, cuando llegó el momento, Guga sentenció tras dos horas y siete minutos de juego.
"Me sentía lleno de energía, manteniendo siempre el contacto visual con mi familia, mi entrenador y mis amigos, que estaban en el palco, en las tribunas", dijo Kuerten; "era el último partido de la temporada y lo entregué todo. Aun ahora, me parece increíble haber concluido el año como número uno. Pero es algo que quería dedicarle a mi madre".
Cuando Guga ganó, su madre saltó de la silla, alzó los brazos y pareció asumir que algún sueño muy especial se había realizado. Es difícil saber en quién pensaba. Pero resulta creíble imaginar que era en su marido, Aldo, el padre de Guga, el hombre que indujo a su hijo hacia el tenis y que le inculcó la pasión por el deporte. Falleció cuando Kuerten tenía ocho años. Sufrió un infarto mientras arbitraba un partido de tenis.
"Muchas veces le prometí a Aldo que me ocuparía de su hijo y que le convertiría en un campeón", explicó Larry Passos, el técnico que le ha llevado de la mano en toda su carrera; "pero hasta que tuvo 18 años no creí que llegaría tan lejos. Lo que más me impresiona en él es la fe en sí mismo. La descubrí entonces y la sigue teniendo intacta. Todo el mundo habla de su talento, y lo tiene, pero es un gran trabajador".
Puede que la imagen de Guga no se ajuste a su realidad. Algunas veces se diría que está ausente, que vive en otro mundo, que no se entera de lo que está pasando a su alrededor. Pero nada de eso es verdad. Toda su vida ha estado marcada por la muerte de su padre, por el esfuerzo que realizó su madre para sacar adelante la familia y por la presencia en casa de un hermano menor con una deficiendia psíquica.
"Siempre es muy sincero consigo mismo", según su entrenador. Guga se implica con las cosas. Y desde que ganó su primer Roland Garros, en 1997, dona 200 dólares (38.000 pesetas) por partido que juega a una asociación que se ocupa de las personas con deficiencias mentales. Es un ídolo en Brasil y ya en el mundo entero. Pero no se immuta. Coge su guitarra, tararea alguna canción y comparte el momento con sus amigos de siempre, en su Florianápolis natal.
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