_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Raimon

España como problema o España como síntoma. España regresa a la metafísica bajo la presión de los bombazos etarras y este bárbaro ruido intenta ser el sonido de fondo de un funeral, de un total desencuentro con la razón democrática. Hace 25 años, en torno a la muerte de Franco, la progresía española reconocía las voces de los ecos y podía convertir dos recitales de Raimon en Madrid en espacios de libertad porque el cantautor condenaba el franquismo y porque lo hacía ejerciendo el derecho a la diferencia de cantar en su lengua. Veinticinco años después, Raimon se ha convertido en un clásico, capaz de depurar su propio crecimiento como artista en tensión dialéctica con su circunstancia; sus gritos fueron música, ahora su música es un grito a favor de la lógica de lo creativo. Autoexigente y perfeccionista, el segundo Integral de Raimon coincide con el cumplimiento de sus 60 años y los recitales que está dando en Barcelona son reconocidos como acontecimientos culturales de primera magnitud.¿Dónde son reconocidos? En Barcelona o fuera de España si a Raimon le da por orientarse un poco. Pero más allá del Ebro en perpetuo estado de trasvase, en España ha crecido un muro de insensibilidad para todo lo que no se exprese en castellano, como si el único código ajeno atendible fueran los bombazos de ETA y la única noticia cultural periférica necesaria la propiciara Imanol exiliándose de Euzkadi porque le persiguen esos bombazos o sus sublimaciones. Cuando murió Franco, le propusieron a Raimon que dejara de cantar en catalán y que se hiciera senador. Ahora el cantautor reúne una obra de calidad extraordinaria y la soledad del artista libre en una España donde se hace trizas aquella posibilidad de cohabitación que parecía al alcance de los que iban a recitales de Raimon en Madrid precisamente porque cantaba en catalán y España se alejaba así de ser un problema o un síntoma.

El cantautor ofrece su segundo Integral y los recitales como un balance y en pleno invierno anuncia un retiro temporal a unos cuarteles de verano especialmente acondicionados para artistas exiliados de España como silencio.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_