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Los animales no descansan en paz

El safari donado por Juan Arregui para un museo acabará subastado por la Diputación.

Juan Arregui tenía dos pasiones: la caza y el fútbol. Murió el 20 de abril del año pasado, a los 91 años, con una considerable cantidad de millones en su cuenta corriente, con su Deportivo Alavés (que presidió en tres etapas diferentes) asentado en la Primera División y una impresionante colección de 333 animales disecados, el legado de sus safaris por África, a los que se aficionó tardíamente.Arregui los guardaba a todos en su empresa, en el polígono industrial de Betoño. Habilitó un espectacular museo, su santuario, el lugar donde cerraba los negocios importantes. Allí las piezas, de gran tamaño e insertadas dentro de decorados propios de su hábitat natural, ofrecían cierta inquietud al presentarse ante el espectador. Ahora, aún más. Duermen en estos momentos en una lonja, a la espera de ser subastadas por la Diputación de Álava. No es éste el fin para el que Arregui donó su colección hace cuatro años.

Tras la insistencia del anterior gobierno foral, del PNV, el empresario accedió a donarr las 333 piezas con el fin de convertirlas en el foco de atracción de un Centro de Interpretación Cinegética, en la localidad de Samaniego. Coincidencias de esta historia rocambolesca, el diputado responsable de la colección en la actualidad se apellida igual que la localidad de la Rioja Alavesa. Carlos Samaniego es el encargado de que la colección de trofeos de caza, valorada en 525 millones de pesetas, acabe en subasta.

En los últimos cuatro años, el Museo de la Caza ha sido materia de debate constante en las Juntas Generales. El Parlamento provincial aprobó, mediante una moción, que el centro se instalara en Samaniego, cuyo Ayuntamiento cedía el solar a cambio de que la Diputación costeara los gastos de construcción del centro, estimados en unos 210 millones de pesetas.

Todo iba sobre ruedas hasta que cambió el color en el gobierno de la Diputación. La primera contrariedad llegó con el anuncio del diputado general Ramón Rabanera, en una reunión semiprivada, de que el museo se iba a hacer en otro pueblo de la Rioja Alavesa. La difusión del comentario frustró la iniciativa. El siguiente paso fue el anuncio por parte de Carlos Samaniego, con el respaldo de los socialistas y ecologistas, de que la Diputación se iba a desprender pieza a pieza de la colección, mientras que el pueblo de Samaniego recibía 157 millones para obras de infraestructuras.

De este modo, en menos de cuatro años, lo que era una colección de alto valor cinegético, para la que se había previsto un futuro didáctico, se ha convertido en un estorbo. Eso sí, en un estorbo sustancioso para la Diputación, que a cambio del mantenimiento durante este tiempo (unos 46 millones) va a obtener un buen pellizco si obtiene lo que está valorada cada pieza: desde los 23 millones de los elefantes, a las 30.000 pesetas del rabo del paquidermo, las 25.000 de la cola de león, las cien mil de la pata de jirafa, o el millón en que está tasado el oso polar.

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