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GOLF Torneo de Valderrama

Tiger Woods prepara el asalto final

El mejor jugador del mundo, a sólo dos golpes de la cabeza ante la última jornada

Carlos Arribas

Reverencias de Tanaka

Un sonriente japonés, un diminuto canadiense, un estadounidense con pintas de pariente de los Soprano y un zimbabuense achaparrado y rubio se interponen entre Tiger Woods y un botín de un millón de dólares. Llegado el Amex de Valderrama a su último día, cinco jugadores, cuatro sorprendentemente, uno lo esperado, han decidido acelerando en sábado (salvo Nick Price, que se queda sin aire y sigue viviendo del -9 del primer día) que debe ser de entre ellos de donde salga el ganador. Ningún español entre ellos, que marchan en un paréntesis mínimo que va desde el -9 del diminuto japonés al -7 del Tigre, pese a que José María Olazábal fue de los mejores del día (un 69, -3, de putt caliente que sonó feo por un bogey en el 18º). Día cubierto en Valderrama. Brisa mediana de levante. Día de buenos sentimientos.Hidemichi Tanaka (-9), Mike Weir (-8), Mark Calcavecchia (-8) y Nick Price (-7). Deberían de temblar. Detrás de ellos, con ellos, ante ellos, el Tigre: progresión geométrica: a ocho golpes del primero el primer día; a cinco el segundo; a dos el tercero.

Tanaka llegó a España, perdió las maletas, pensó que esto no era un país serio y sólo pensó, según puso pie en el campo de golf en dar con el Tigre para pedirle un autógrafo. Pero antes, se puso delante del mejor del siglo y le hizo un par de exhibiciones. Pequeño (55 kilos, 1,66 metros), pero muelle, Tanaka le da fuerte a la bola, fuerte y preciso. "Hay que ver lo que sale de ese cuerpecillo", dijo el Tigre, admirado. Tanaka aún no le ha pedido el autógrafo. "Que no, que eso del autógrafo era una broma que me monté para hacerme el simpático, que yo ya conocía al Tigre...", rectifica el japonés. Y se pone a reír. Sonriente siempre. "Trato de hacer reír a los espectadores", continúa, enseñando más dentadura. "Los jugadores del golf tenemos que salir al campo a dar espectáculo. Y yo, como soy tan bajito, lo tengo más fácil". Cuatro birdies (también dos bogeys). Y un momento espectacular. Hoyo 17º (claro), tercer golpe. No, agua no. Green. Y green bien amarrado. Blaster con retroceso. Curva rápida de la bola y directa hacia el agujero. Se paró a un metro. Casi eagle. Con cosas así, y con lo que pasó antes, cuando pasaron por allí otros jugadores, el temido 17º, el del estanque sin carpas y el traicionero green de plano inclinado, se convirtió en el hoyo de tócame roque que estoy en San Roque: fue el segundo más fácil de los 18. Quien no salió de allí con birdie se sintió un fracasado.

Casi todos imitaron, así, a Olazábal: tres birdies en el 17º, jueves, viernes y sábado, la misma técnica: segundo golpe hasta 95 metros de bandera, no 90, no 100, 95, la distancia exacta de su blaster, y luego, caligrafía en la hierba, en el aire, con el hierro plano: bola delicada hasta un putt de distancia lógica. Pero el sobrio jugador de Hondarribia sólo se tocó la visera de la gorra, dedo índice, simple ademán de destocarse, cuando el público, mucho público ayer, le atronó con su salva. Tanaka, tras su golpazo, fue bastante más expansivo, irónico y todo hizo suyo el tópico del sonriente japonés que sólo sabe que hacer reverencias y se desternilló con la gorra en la mano, doblado por la cintura y hasta, pop, pop, con la mano en el pecho hizo el gesto del corazón desbocado que ha superado un peligro mortal. Mi corazón late como una lata de tomate, pudo rimar Tanaka, pero él, el diminuto japonés sonriente que nació en Hiroshima hace 29 años, no fue el que inventó el juego de los saludos a lo banderillero tras gran par en las Ventas después de un buen golpe en el 17º, no. El primero fue, claro, Tiger Woods. Clarines, trompetas, heraldos a caballo, pregoneros con corneta, que todo el mundo lo sepa, díganlo alto y claro: Tiger Woods no se fue ayer al agua en el 17º. En la Ryder, en el 99, el jueves y el viernes del 2000, pero no el sábado: segundo golpe desde la calle, hierro 8 desde 162 metros, bola alta, alta, el viento, que tampoco sopló ni tan fuerte ni tan de espaldas como el viernes, no la hace capotar, aterrizaje suave, mullido, en el green. Dos putts y birdie. El dragón, por fin, derrotado. Gorra al aire, saludos, dientes al descubierto, gran sonrisa, alegría. Tiger Woods está allí. La gente, loca.Tiger Woods acabó, un día más, como el viernes, en 69 golpes, pero no fue el mejor jugador del día, que ese papel se lo quitó de las manos Mike Weir, el canadiense zurdo que también sabe agarrar fuerte el stick del hockey hielo, como todos los canadienses, o eso dicen, el otro diminuto en el campo que le sabe dar a la bola fuerte y recto. Suyos fueron los 65 golpes, el -7 conseguido sencillamente con siete birdies, hazaña en un campo complicado, en el que el par, o eso quieren sus fundadores, ya es un buen resultado. Woods jugará hoy codo con codo con un veterano que lleva dos años sin ganar, con un peso pesado de 100 kilos, imponente Mark Calcavecchia. 40 años. Ganador del Open Británico en el 89. Y de eso vive. Pero de vez en cuando juega suave y sensible: y ahí le tienen: a sus años puede ser el último obstáculo que deba superar el mejor de la historia camino de los 10 millones de dólares (o de su décima victoria del año, que viene a ser lo mismo).

Clasificación: 1. Hidemichi Tanaka (Japón), 207 golpes (-9). 2. Mike Weir (Canadá), Mark Calcavecchia (EE UU), 208 (-8). 4. Tiger Woods (EE UU), Nick Price (Zimbabue), 209 (-7). 6. Duffy Waldorf (Estados Unidos), Padraig Harrington (Irlanda), 211 (-5). 8. Lee Westwood (Inglaterra), Michael Campbell (Nueva Zelanda), Vijay Singh (Islas Fiyi), Bob May (Estados Unidos), 212 (-4). 14. José María Olazábal (España), 215 (-1). 24. Miguel Ángel Jiménez (España), Sergio García (España), 217 (+1).

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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