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Conconi y seis de sus ayudantes, acusados por el fiscal de "asociación para delinquir"

Carlos Arribas

Investigación científica

Mientras en Francia el juicio Festina continúa día a día encontrando tesoros debajo de las alfombras del ciclismo, en Italia tampoco dejan de producir las enrevesadas maquinarias judiciales. Al lado del juicio a Pantani que se desarrolla en Forlì, varios sumarios más, abiertos hace dos años, empiezan a llegar a su conclusión. El que cerró el jueves el magistrado de Ferrara Pierguido Ferrara no es precisamente el menor. Grandes nombres entre los encausados, a los que acusa el fiscal de "asociación para delinquir", entre otros cargos, y cuyo procesamiento solicitará en los próximos días: el famoso profesor Francesco Conconi, rector de la Universidad, miembro de la comisión antidopaje de la Unión Ciclista Internacional, colaborador del COI, uno de los más conocidos, y admirados, practicantes de la preparación científica en las dos últimas décadas; y seis de sus colaboradores, analistas, médicos, fisiólogos, del Centro de estudios biomédicos aplicados al deporte, un laboratorio que, en realidad, según consta en el sumario, más de 70.000 páginas compiladas tras dos años de investigación que desentrañan toda la madeja de los éxitos del deporte italiano, era más una fábrica de construcción química de campeones que un verdadero centro de investigación. Entre 1992 y 1998, según Soprani, la sangre de al menos 63 deportistas ha estado alimentada y oxigenada con eritropoyetina, EPO, la sustancia de moda en el deporte de la última década. Otro encausado de renombre, que también figura en otros sumarios, incluido uno de los que tiene abiertos Pantani, es Michele Ferrari, el profesor milagro del ciclismo italiano de los años 90. A él, al médico más famoso, el magistrado le acusa de suministro y prescripción de sustancias dopantes, de fármacos peligrosos para la salud y de ejercicio abusivo de la profesión de farmacéutico (por vender él mismo los medicamentos).

Grandes nombres también entre los deportistas que se han beneficiado de los generosos tratamientos de Conconi y su equipo. Los más conocidos: Manuela di Centa, campeona olímpica de esquí de fondo y actualmente miembro del COI por el cupo de ex deportistas; los ciclistas Pantani, Chiappucci, Bugno, Bontempi y Roche, el marchador Maurizio Damilano.

Pero el centro de Ferrara, recuerda el sumario, no vivía del aire. En las conclusiones del magistrado se puede leer: "Conconi, Buzzoni, Casoni, Grazzi, Manfredini, Mazzoni se asociaron como delincuentes para cometer en un número indeterminado de delitos, siempre en el ámbito de la investigación científica y en programas financiados con dinero público (del CONI ), y con convenios y contratos con federaciones deportivas nacionales (remo, piragüismo, deportes de invierno, ciclismo) y con equipos ciclistas profesionales (Carrera, Gewiss Ballan, Roslotto, Mapei)". Conconi, en efecto, recibía subvenciones para sus trabajos, que precisamente versaban sobre la posibilidad de encontrar un método antidopaje para detectar la EPO exógena.Y, sin embargo, se lee en las conclusiones: "Conconi, Buzzoni, Casoni, Grazzi, Manfredini e Mazzoni suministraron fármacos de acción dopante (EPO) prohibidos por el ordenamiento deportivo del COI y del CONI a un número indeterminado de deportistas participantes en competiciones organizadas por las federaciones del CONI".

Y un punto más de escándalo en Italia, el caso de la hormona de crecimiento, conoció el jueves un nuevo capítulo: el CONI ha disuelto la Comisión Científica y Antidopaje, precisamente el órgano que puso en marcha los análisis que detectaron el extraordinario nivel de hormona de crecimiento en decenas de olímpicos italianos, incluidos cinco oros de Sydney.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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