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Quince años sin caer en el charco

Siempre con la apariencia de estar a punto de caer pero milagrosamente suspendido en el aire. Como si fuera el reflejo de su atrayente logotipo, un negocio cultural tan extraño en Valencia como de impredecible porvenir económico, fruto del mestizaje entre una librería especializada en arte audiovisual y una galería que sólo expone fotografías, y que según sus propios promotores tenía "todos los boletos para durar sólo seis u ocho meses", acaba de cumplir 15 años con salud y proyectos de futuro. Y Railowsky, librería emblemática dentro del mundillo cultural valenciano a pesar de su impronunciable nombre, celebra este aniversario en su local de la calle del Gravador Esteve con una muestra titulada Llibres e integrada por 40 fotografías de buenos autores, muchos de ellos ya consagrados.Se trata de 40 visiones variadas en su técnica y con los libros como eje central vistos por artistas del negativo como Chema Madoz, Ralph Gibson, Juan Manuel Castro Prieto, José Miguel de Miguel o Gabriel Cualladó. "Todos ellos son fotógrafos que han expuesto anteriormente en Railowsky o bien han colaborado en alguna muestra colectiva", explica Juan Pedro Font de Mora, de 36 años, que junto a su hermano Pepe, de 39, y a Ignacio Paes, de 38, abrieron hace tres lustros su negocio.

Desde ese lejano 1985, las paredes de la sala que la librería dedica a galería han acogido más de un centenar de exposiciones con la flor y nata del género. Y aunque destacan autores como Garry Winogrand, William Klein o Ferdinando Scianna, quizá la más emblemática de todas fue la que centró el décimo aniversario. Ni más ni menos que las obras del mítico autor francés Henry Cartier-Bresson, buen amigo de los libreros-galeristas de Railowsky y a su vez autor de la fotografía Derrière la gare Sain-Lazare, cuyo etéreo protagonista, un hombrecillo en sombras (todo el mundo admite su pequeñez sin conocer exactamente sus dimensiones) que salta desde hace 68 años el inmenso charco que le devuelve su imagen ingrávida, es desde hace tres lustros el logotipo de la librería.

De hecho, el cartel rasgado que aparece al fondo de la vieja fotografía, y que anunciaba de forma incompleta un recital del pianista Alexander Brailowsky, dio nombre a la librería y se convirtió a su vez en un "curioso personaje de ficción", según Juan Pedro, que por lo menos en Valencia da nombre al saltacharcos de Cartier-Bresson.

Con logo, nombre, "con muy poco dinero, mucho voluntarismo y mucho esfuerzo personal", los veinteañeros que iniciaron el proyecto y tardaron varios años en obtener beneficios han fomentado el coleccionismo de fotografía, han dado alas a la afición de una generación de jóvenes fotógrafos y hasta montaron las primeras exposiciones de autores famosos. Ahora, aunque fieles a su abigarrada montaña de volúmenes desordenados, ven en Internet una posibilidad para seguir impulsando su librería, "que es algo más que un negocio", en una ciudad "con un nivel de lectura muy bajo". Y si en el pasado fomentaron un fondo de obras de jóvenes fotógrafos a precios populares, ahora sacan a la venta ediciones limitadas de carpetas con cuatro imágenes muy interesantes para los coleccionistas. De momento, éstos tiene una interesante cita con Llibres, 40 imágenes congeladas hasta el 28 de noviembre.

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