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AMIGOS Y VECINOS - MARCEL.LÍ ANTÚNEZ

"Tu visión del mundo se fabrica en la infancia" RAMÓN DE ESPAÑA

Pregunta. ¿Has ido a ver Don Quijote en Barcelona?Respuesta. Sí.

P. ¿Y?

R. Aburrido, muy aburrido, y el libreto es terrible. La verdad es que a mí los últimos montajes de La Fura, incluido el Faust, ya no me interesaron. Un espectáculo no puede basarse únicamente en la escenografía, debe explicar una historia. Eso es, por lo menos, lo que intento en mi trabajo en solitario. La tecnología tampoco puede ser un elemento escenográfico, sino narrativo.

P. Supongo que La Fura de ahora no tiene mucho que ver con la de sus inicios.

R. Por eso me fui en 1990, porque no me convencía el camino que estaba tomando la cosa. Lo que había empezado como un colectivo se acabó convirtiendo en una empresa.

P. Y al principio solo erais un grupo de amigos...

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R. Exactamente. Cuatro tíos de Moià que no sabían muy bien lo que querían y a los que el teatro les importaba muy poco: Carles Padrisa, Pere Tartinyà, Quico Palomar y un servidor.

P. ¡¿Quico Palomar?! ¿Te refieres a aquel muchacho que vendía dibujitos a la salida de Zeleste y que amargaba la vida a los asistentes a los conciertos de Sisa canturreando y tocando la flauta desde su asiento?

R. El mismo. El primer freak de Moià. Por ahí sigue después de un tiempo en Madrid. Al principio, La Fura estaba entre el teatro infantil y los pasacalles. De hecho, la cosa adquirió un carácter más serio, más adulto, cuando se incorporó Andreu Morte, que era mayor que nosotros, venía de Suiza y hablaba idiomas. Nosotros estábamos en Barcelona haciendo lo que podíamos: yo estudiaba Bellas Artes, Carles trabajaba de albañil y Pere le echaba una mano. A veces pienso que esas actividades eran excusas para huir de Moià y perder de vista a la familia.

P. ¿Tan mal te llevabas con ellos?

R. No, hombre, me refiero a que a ciertas edades hay que salir corriendo. Especialmente si, como era el caso, tenías ganas de follar. ¡No sabes lo difícil que era pegar un polvo en la Cataluña profunda! Por lo menos, en los sitios por los que yo pasé. Era difícil en Moià, era difícil en Manresa... ¡y en Vic ya ni te cuento! No, mi relación con la familia era y es buena.

P. Tu padre era el carnicero del pueblo, ¿no?

R. No exactamente. Teníamos una carnicería, pero sólo era un negocio más de la familia, que siempre había tenido tierras y ganado. De hecho, mi abuelo era de esa gente que estaba al pie del cañón hasta que ya no podía más. Y así fue como mi padre se hizo cargo de la carnicería a los cincuenta y tantos años. A mi abuelo nunca le sentó bien que se fuera a la guerra con los republicanos, aunque la verdad es que a mi pobre padre aún le sentó peor: perdió un ojo en la batalla del Ebro. Un tipo con ideales, supongo. Al final acabó al frente de la carnicería y despotricando cada vez que salía Franco por la tele.

P. En tu obra se aprecia la influencia de la tierra, de la carne.

R. Creo que fue Buñuel quien dijo que tu visión del mundo te la fabricas en la infancia. Y yo vivía en un mundo doble, cuyas partes estaban literalmente adosadas. La casa familiar era una mansión burguesa, con cuadros, baldosas decoradas y una pianola. ¡Pero abrías una puerta y al otro lado estaban los cerdos y los corderos! Bastaba con abrir una puerta para pasar de una realidad a otra, y eso era muy común en el campo catalán. Hay que esperar a los años setenta para separar a las personas de los animales; hasta entonces, en el campo, uno vivía con sus gorrinos.

P. ¿Entendieron tus padres que estudiaras Bellas Artes en vez de incorporarte a los negocios familiares?

R. Mi madre, enseguida. Durante la guerra tuvieron refugiado en casa a un cura ilustrado que la influyó mucho: lecturas, idiomas, una fuerte religiosidad... Y mi padre tal vez pensó que no había tanto que rascar: éramos seis hermanos, yo era el quinto y no se podía esperar gran cosa del tío de Cuba en cuyo honor me habían bautizado: ¡cuando ganaron los barbudos se quedó sin un céntimo! De todas formas, yo quería estudiar Biología, pero pensé que sería demasiado difícil, así que me metí en Bellas Artes.

P. También pasaste por algunos grupos musicales. ¿Qué instrumento tocabas?

R. La trompeta. Bastante mal, por cierto, pero me las apañaba muy bien para sustituir la técnica por el carisma. ¡De eso me sobra!

P. ¿Qué tal llevas la dicotomía artista de galería-performer?

R. Yo creo que bien, ¿no? Tampoco son trabajos tan distintos. No fabrico manualmente ni las piezas para exhibir ni los artefactos tecnológicos de los espectáculos. En ambos casos, hago dibujos y diseños que otras personas con más conocimientos se encargan de llevar a cabo. Quizá la única diferencia entre las exposiciones y las performances radique en el concepto temporal: los espectáculos implican un horario que hay que respetar, las exposiciones están ahí para que las gente las visite cuando le vaya bien.

P. Tampoco te prodigas mucho últimamente en ese terreno.

R. Está en marcha una especie de exposición antológica que se inaugurará a mediados de noviembre en Alicante y que luego itinerará por otros sitios... entre los que no está Barcelona. No sé si ocurre que no me sé vender o que pasan de mí, pero los contactos en esta ciudad no me han salido muy bien: Manuel Borja-Villel, del Macba, tenía cubiertas dos temporadas, y Rafael Tous, de Metrònom, me dio una cita a la que no se presentó.

P. Deberías tener un agente.

R. Y un galerista, y una estructura que promocionara a los artistas españoles en el extranjero, y un público dispuesto a asumir riesgos, y unos coleccionistas que vieran más allá de Rusiñol. ¡Por pedir que no quede! Pero vivimos en una sociedad burguesa y conservadora que confunde la tolerancia con el desinterés.

P. Visto así, parece que para mantener relaciones humanas hay que recurrir a la tecnología. ¿Qué tal te llevas con ella?

R. Voy aprendiendo a medida que trabajo, y siempre me han gustado las maquinitas y los videojuegos. Pero la tecnología no es un fin en sí misma, debe ser un artefacto narrativo que te ayude a explicar una historia. Ahora estoy dando vueltas a los cuentos clásicos para un próximo espectáculo. Cayó en mis manos un libro de cuentos de Hoffman editado por Olañeta y algo hizo clic en mi cerebro: esas historias crueles, esas fábulas de la conducta humana.

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