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Belgrado se alza contra Milosevic

Decenas de miles de manifestantes toman el Parlamento y la sede de la televisión oficial

Decenas de miles de manifestantes, que algunos estiman hasta en medio millón, tomaron las calles de Belgrado, asaltaron y ocuparon el Parlamento federal y la sede de la televisión oficial serbia (RTS), que en parte ardían. La RTS dejó de emitir por la tarde y reemprendió sus emisiones por la noche. El Tribunal Constitucional le hizo un favor al régimen y anuló las elecciones que el pasado 24 de septiembre había perdido el presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, pero esta decisión desencadenó una rebelión popular sin precedentes en Serbia desde el final de la II Guerra Mundial, en 1945. La única reacción oficial, la del Partido Socialista (SPS), del presidente Milosevic, culpaba a la oposición de "los disturbios" y amenazaba con responder "con todos los medios".

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Con una excavadora como ariete, que causó la muerte de una joven, los manifestantes irrumpieron en la sede de la RTS, la mayor maquina de propaganda y desinformación del régimen. Los dirigentes de la Oposición Democrática de Serbia (DOS) no fueron capaces de controlar a una masa enardecida y deseosa de poner fin al régimen despótico de Milosevic. Fuerzas policiales se sumaban a los manifestantes y se negaban a reprimir la revuelta. Llegaron de toda Serbia. Caravanas de coches, autobuses y camiones, llenos de manifestantes, alcanzaban Belgrado tras sortear o romper las barreras policiales. La DOS había emplazado para las tres de la tarde a Milosevic para que reconociese la victoria en la primera vuelta del candidato opositor Vojislav Kostunica. En vez de esto, el Tribunal Constitucional aclaró en parte su fallo de la noche anterior, por el que anulaba en parte las elecciones. Finalmente, la anulación resultó ser total, en una decisión calificada de "cínica" por portavoces de la DOS, que había ido a por lana, al denunciar el fraude ante el Tribunal Constitucional, y resultó trasquilada con la sentencia: anular la elección presidencial y favorecer al autor del robo de los votos.

Fue la gota que colmó el vaso, la chispa que faltaba para hacer estallar la ira de un pueblo, harto de sufrimientos, de privaciones y de la palabrería hueca de un régimen donde se coaligan neocomunistas con neofascistas y una buena dosis de corruptos. El Parlamento federal y la sede de la RTS se convirtieron en objetivo de los manifestantes, que desafiaron a las fuerzas policiales, que defendían los edificios a base de gases lacrimógenos, pero sin golpear.

Casi asfixiados por los gases, entre toses, lágrimas y vómitos, los manifestantes asaltaron el Parlamento. A los gritos de "¡Al asalto, al asalto!" y "¡Ahora o nunca!", los manifestantes consiguieron entrar en el Parlamento. Algunos se subieron a las ventanas y blandían la bandera de Yugoslavia.

Desde las ventanas lanzaban a la calle retratos destrozados de Milosevic y archivadores. Desde el interior del edificio surgían llamas y columnas de humo negro subían hacia cielo. En las puertas del edificio se vieron escenas insólitas: manifestantes abrazados a los policías. En algunas comisarías de Belgrado los policías se unieron a los manifestantes.

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Dos helicópteros del Ejército de Yugoslavia sobrevolaban el centro de Belgrado, en lo que se interpretó como una labor de observación por parte de los militares. Algunos cronistas, en televisiones extranjeras, informaban de que se habían visto vehículos blindados militares procedentes de la base del cuartel de Banjica, a cinco kilómetros de Belgrado. Los manifestantes coreaban el grito que se hizo popular desde el inicio de las manifestaciones: "¡Suicídate, Slobo, y salva a Serbia!".

El otro centro de la rebelión fue el edificio de la RTS, que ocuparon los manifestantes. Se escucharon disparos y se hablaba de heridos e incluso de dos muertos. Las masas ocuparon el edificio y, pasadas las seis de la tarde, la máquina de propaganda de Milosevic enmudeció y la pantalla quedó a oscuras.

Esta madrugada Belgrado se convirtió en una fiesta al aire libre. "Esta es la noche más increible de mi vida y aún no me creo que este sueño se haya hecho realidad", exclamaba eufórico Igor Popovic, de 23 años, con un bote de cerveza en la mano. Para él y para decenas de miles de personas como Popovic sonaba música popular desde el balcón del Ayuntamiento de Belgrado. En su interior, los líderes de la oposición a Milosevic estaban encerrados tratando de planear la manera de que el caos no se adueñe de la ciudad ni de que Milosevic se haga con el poder.

Mientras, el líder opositor Zoran Djindjic, animaba a la gente a seguir en las calles para que el Ejército no se hiciera con el control ni Milosevic pudiera preparar un contraataque. "Permanecer en las calles y que toda Serbia venga a Belgrado", exclamó Djindjic.

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