Del fracaso a la esperanza
Pese a sus errores, España gana a Alemania a 6 segundos de la conclusión y alcanza las semifinales
Tras perder dos partidos jugando bien, España, con muchos errores, ganó ayer el más dramático gracias a la suerte, al coraje y a la precisión de Guijosa cuando faltaban seis segundos para el final. Esos factores sirvieron para evitar el fracaso y apear de la competición a la creciente Alemania, pero parecen pobres ante el duelo del viernes contra la maestra, Suecia. Rusia y Yugoslavia disputarán la otra semifinal.El encuentro fue magnífico para incrementar las audiencias televisivas y para quienes disfrutan de los subidones de adrenalina. Pero, quizá por la tensión de la lucha a vida o muerte, el vencedor no dio la sensación de ser uno de los cuatro mejores equipos de los Juegos. Así lo entendieron Barrufet, Masip y Juancho Pérez. Todos ellos, por separado, coincidieron en una frase significativa: "Lo único importante en los cuartos de final es ganar, aunque sea jugando mal".
ESPAÑA 27 ALEMANIA 26
España: Barrufet; Guijosa (9, uno de penalti), Lozano (2), Duishebáiev (3), Urdangarín (3), Ortega (3) y Xepkin -equipo inicial-; Masip (6, cuatro de p.), Olalla (1), Ugalde, Juancho y Núñez. Excluidos: Duishebáiev, Urdangarín, Masip y Ortega (tarjeta roja).Alemania: Fritz; Kretzschmar (6), Von Beh-ren (4, uno de penalti), Baur (4, dos de p.), Zerbe (3), Roos (4) y Schwarzer (3) -equipo inicial-; Bézdicek (1), Wenta, Petersen, Kunze (1) y Holpert. Excluidos: Bédzicek, Von Behren y Roos (2). Árbitros: García y Moreno (Francia). Marcador cada cinco minutos: 2-2, 3-4, 7-5, 9-5, 10-9, 11-13 (descanso), 13-15, 16-19, 20-19, 22-21, 24-24 y 27-26.
Frente a un rival que ha mejorado mucho desde el Campeonato de Europa de Croacia, pero inferior jugador por jugador, el conjunto de Juan de Dios Román dio una imagen triste en la primera parte. Gracias a su intensidad defensiva en los 15 minutos iniciales y, sobre todo, a la eficacia de sus contraataques -casi todos los goles nacieron de ellos- se fue, sin embargo, al descanso con un aceptable 11-13.
El principal problema era el de los pivotes. Tras dos partidos de clara mejoría, Xepkin volvió a sufrir la pájara en la defensa y el ataque y su suplente, Juancho Pérez, no estuvo mejor que él. Como atenuante para ambos debe advertirse de que sus rivales eran duros de roer.
La otra cuestión grave, que persistió hasta el final, fue la falta de tiro exterior. Román ve una y otra vez cómo su artillero Lozano rinde mucho más en los entrenamientos que en los encuentros y se contiene a duras penas. El otro, Garralda, no se vistió ayer, quizá por su exceso de visceralidad en el partido del domingo pasado contra Suecia. Para colmo, Duishebáiev sólo mostraba una parte de su virtuosismo, obcecado en su duelo personal con Bézdicek, el hombre que le lesionó de gravedad hace tiempo y con el que ahora comparte club en la Liga alemana.
Si la desventaja de 16-19 a 20 minutos del final no acabó siendo trágica para España fue por una acumulación de detalles: los fallos de los germanos en la ejecución; el acierto de Barrufet, cada vez más cerca de la brillantez que le hizo famoso; el arrojo y la astucia de Guijosa y Ortega, quienes suplieron con acciones individuales y contragolpes bien llevados lo que el equipo era incapaz de hacer; la eficacia de Masip en los penaltis, y la buena suerte en jugadas azarosas.
Pero, a pesar de todos esos recursos, el panorama era negrísimo a dos minutos del final con el marcador (25-26) en contra. Pero el destino quiso echar una mano al cuadro que ha ganado cuatro medallas desde 1996: Lozano acertó por fin, Kretzschmar falló algo que habitualmente convierte en gol y Guijosa confirmó que es uno de los jugadores más rentables del mundo con un gol en última instancia que separa el fracaso de la esperanza. Román se puso entonces, por primera vez, a hablar de medallas, pero su acento era de preocupación.
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