Los Juegos que pararon las guerras
Los mejores tenistas no están en los Juegos; algunos de los más afamados ciclistas, tampoco, y de las estrellas del fútbol más vale no acordarse. Esto no es su negocio. Por eso algunos deportes deberían desaparecer del escenario olímpico: desmerecen a las demás especialidades deportivas y no hacen más que incordiar.Los Juegos, en otro tiempo, paraban las guerras y reunían a los más capaces de cuantos podían medir sus fuerzas sin derramamiento de sangre. La herencia cultural de la vieja Olimpia recuperada en la era moderna ha ido dando tumbos que, poco a poco, han derivado en unas reglas que todos podemos asumir.
Se censuró el profesionalismo (decenios atrás, algunos atletas tuvieron que devolver sus medallas porque se demostró que habían cobrado por hacer deporte), se impidieron los contratos publicitarios, se pedía una moral inexistente en la sociedad... Y eso logró que las grandes estrellas estuvieran ausentes. Ahora, merced a la obra de Juan Antonio Samaranch, los Juegos acogen incluso a los ases del baloncesto estadounidense. Y, por fin, la medalla de oro que en otro tiempo lograba la URSS de vez en cuando no es ya una falsa moneda con plata por dentro y un baño dorado por fuera.
Pero aún se admiten como deportes olímpicos algunas especialidades que jamás llevarán a los Juegos sus mejores atletas. Así, aparecen ciertos intrusos entre los escogidos y devalúan la cita. Vibramos en Barcelona con aquella final que perdió Jordi Arrese y golpeamos con él cada bola de tan interminable partido de tenis, pero, al cabo, ¿qué fue de Arrese? ¿Y qué grandes hitos ha logrado quien le venció, creo recordar que Marc Roset?
Los Juegos se inventaron para los mejores. Y si algunos deportes no son capaces de organizarse para participar de la más alta gloria olímpica más vale que renuncien. Así no cargarán innecesariamente sus temporadas, no pondrán en aprietos a los seleccionadores, no harán enflaquecer sus propias competiciones prestigiosas (retiradas o renuncias en la Vuelta ciclista a España para preparar mejor los Juegos mientras que otros sólo se pasearán para vaciarse en el más prestigioso Campeonato del Mundo en carretera; equipos mermados en las Ligas de fútbol...). Hace falta un calendario mundial bien organizado, una ONU de los deportes (más que de los países) que se agrupe sin trucos. Los Juegos que pararon las guerras deberían parar también las Ligas.
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