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Un triatleta con cuatro pruebas

Simon Lessing, el gran favorito, está obsesionado con engendrar a su primer hijo en Australia

Carlos Arribas

Para irse feliz de Sydney cuando los Juegos terminen a Simon Lessing no le bastará con nadar, correr en bicicleta y machacarse a pie mejor que nadie, las tres faenas en que consiste el deporte que practica, el triatlón y que muy probablemente le otorgarán en la madrugada del domingo (a partir de la una) la medalla de oro. Con eso, con el oro, el gran surafricano nacionalizado británico sólo habrá logrado la mitad de los objetivos con los que desembarcó en Australia hace unas semanas. Para conseguir el otro 50%, además, no le valdrá con su propia habilidad y capacidad, sino que necesitará la colaboración de otra persona, su mujer. Pues Lessing, 29 años, 1,92 de estatura, cuatro veces campeón del mundo, gran tipo, quiere también engendrar a su primer hijo en las antípodas. Así que mientras el resto de la selección británica hace vida común en un hotel de playa en la Golden Coast, Lessing y su mujer, la estadounidense Lisa Laiti, comparten cama de matrimonio en un alojamiento más entrañable.Sí, el triatlón, el deporte que debuta en Sydney, es una especialidad extraña, tanto como raros suelen ser sus practicantes. Raros y valientes. Gente que siente veneración por su deporte y no lo cambiaría por nada. Cuando Lessing era un joven superdotado, el surf y el rugby eran los deportes de moda en su ambiente. En cualquiera de los dos habría sobresalido, pero él siguió fiel a sus carreras, su piscina, siguió junto a su soledad. Lessing, la figura que ha dominado el deporte la última década, sólo teme que un tiburón le arranque una pierna en la bahía de Sydney, una posibilidad remota, por otra parte. Lo demás es juego de niños para este hijo de una entrenadora de natación que le enseñó a nadar antes que a andar. Blanco y nacido en Ciudad del Cabo en 1971, Lessing ya mostró su rebeldía de adolescente rebelándose contra sus privilegios y convirtiéndose en un luchador contra el apartheid. Los profesores y algunos compañeros le hicieron la vida imposible en el colegio, donde una vez se puso, junto a un amigo, a repartir panfletos ilegales de una organización prohibida por el régimen blanco. En otra ocasión entró en la biblioteca del colegio y se hizo con todos los libros repetidos para llevárselos a una vecina escuela para negros que no contaba con biblioteca.

Tanta era la presión que sufría que a los 18 emigró a Inglaterra y empezó a competir y ganar títulos para el Reino Unido. Poco después se fue a vivir, como un señor, a Francia, a la Provenza. Y desde allí siguió creciendo su leyenda. Y ahora, aunque este año apenas se ha dejado ver, es el gran favorito. Su gran rival será otro personaje único y cabezota, el australiano Craig Walton, el mejor nadador y ciclista, y uno de los peores en la carrera a pie, que se empeña en mantener una táctica suicida cueste lo que cueste: hacer la natación por delante de todos, y lo mismo la bicicleta, cansándose, así, más que nadie. Y luego, intentar vanamente aguantar a pie. Contra estos mitos tendrán que luchar los tres españoles, José Merchán, Eneko Llanos e Iván Raña. El primero, sevillano, es el mejor competidor y llega a Sydney en la cumbre de su carrera, mejor que nunca; Llanos es el más regular, y Raña, de sólo 21 años, es el más brillante, aunque su juventud también hace de él el más irregular. "Pero tal como estamos, podemos aspirar a todo", proclama Merchán.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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