El secreto de un siglo está en el pan
Cada cual tiene su gracia y la de Cipriana Cuesta Moreno es cocinar. Aunque el secreto de su buena salud -100 años cumple hoy- puede que haya que buscarlo en el pan; su marido fue panadero. "¡Es que hacía el mejor pan de Madrid!", asegura la anciana centenaria.Sea o no verdad que su longevidad se debe al mucho y buen pan que ha comido, - "y más que he repartido. ¡Anda que en la guerra no di yo pan...! Sobre todo a los niños, los pobres. ¡Ni el hambre que pasaban...!"-, lo cierto es que Cipriana goza de una salud envidiable, tanto, que prácticamente no visita al médico desde hace años. Mientras tanto, cocina; de hecho, ella sigue siendo la cocinera de su casa. Esta sorprendente mujer es la que a diario guisa para su único hijo, Ramón, de 73 años, para la esposa de éste, Isabel, de 73, y para todo el que quiera apuntarse a comer. De ello da fe su biznieta Rocío, de 15 años, que ayer pasó por la casa de la abuela a degustar su comida: "Nos hizo un rabillo de ternera estofado que estaba para chuparse los dedos", proclama.
Cipriana vino al mundo en una aldea segoviana, Grado del Pico, el 16 de septiembre de 1900. A los cinco años emigró a la capital de España con sus padres y hermanos, que al final serían nueve; ninguno de ellos vive ya. Se casó a los 24 años, "después de dar calabazas a muchos pretendientes", con el único novio que tuvo, Ramón, un socialista "de los de Pablo Iglesias", al que no le gustaba bailar. "Yo tampoco volví a hacerlo, aunque a mí sí me gustaba el baile". Entonces se iban al cine del barrio, en Usera, y comían pipas mientras veían la película. Y él, "que era un picarón", pretendía arrimarse.
Vivaracha, menuda, ágil, precisa al evocar sus recuerdos... Sana como una manzana, no se cansa de hablar. Sorprende su vivacidad. "Mi casa siempre ha estado abierta; ha sido un refugio para todos... En ella se escondieron muchas veces Marcelino Camacho y Julián Ariza, ¿sabe usted quién es Ariza?, cuando el asunto andaba revuelto. Y una vez vino Carrillo a dar un mitin al barrio y, para no crearse problemas, él y los que le acompañaban dejaron, todos, las pistolas encima de mi cama. ¡Y allí me quedé yo guardándolas hasta que volvieron!" Son sus recuerdos.
Cipriana cuenta y no para de revivir historias; siempre de un tirón. La cocina, además de la guerra, "algo que nunca se olvida", es su tema favorito. Le encanta el cocido madrileño, del que dice que sólo se diferencia del sevillano "por el agua". "Pero, ¡ojo!", precisa, "hay que vigilarlo, como al novio, para que no se pegue". Y hace un guiso de perdices por el que se pirrian todos los que la conocen: "Se pelan, se llamean, se rehogan con cebollitas francesas, zanahoria, una pinta de vino, vinagre..."
No para. A esta centenaria hiperactiva le apasionan los toros y el fútbol; es del Madrid y currista: "Curro es el mejor". Y sobre el juego del balón, opina: "Prefiero ver el fútbol a esas películas en las que las chicas salen tan desahogadas; en mi época las mujeres no éramos así. Hoy la vida es muy exagerada", aclara. Por lo demás, de la televisión no se pierde ni un concurso ni Cine de barrio. "Es que en ese programa veo a toda la gente que es de mi época".
Ahora Cipriana Cuesta vive en Sevilla. Hace 27 años que se vino a vivir con sus hijos. "La familia es lo más importante", proclama. Mientras tanto sigue cocinando, aunque ahora lo hace en una cocina de vitrocerámica. Lo suyo es cocinar, está claro, pero no puede olvidar el pan que le hacía su marido. Con él vivió 50 años. "Era tan bueno". ¿El pan?
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