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Sydney 2000

Ojeras y malas pulgas por el reloj

El rendimiento de los atletas puede verse afectado si no se logra una buena adaptación a la diferencia horaria con Australia

Carlos Arribas

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Todos los deportistas europeos que llegan a Sydney estos días lo hacen con una cara horrorosa. Sus ojeras, la hinchazón, el aire de malas pulgas y los pelos revueltos no sólo obedecen a la inevitable paliza de pasarse casi 24 horas en el estrecho asiento de la clase económica de un avión. Su malestar general también responde a la brusca alteración de su ritmo circadiano, el reloj biológico que regula las fases de sueño y vigilia cada 24 horas, además de otras funciones fisiológicas, debida al enorme cambio horario logrado a toda velocidad, a los 1.000 kilómetros por hora de un avión supersónico: cuando aterrizan los españoles en el aeropuerto de Sydney lo hacen a las seis de la mañana hora australiana, pero su cuerpo aún está instalado en las rutinas que le deben preocupar nueve horas antes, esto es, a las siete de la tarde hora europea. La necesaria adaptación del reloj biológico de cada deportista al reloj horario de Australia es uno de los mayores desafíos y problemas que deben resolverse antes del comienzo de los Juegos.Se quejaban entrenadores y atletas de la premura con la que la federación española los había embarcado camino de las antípodas. "Vamos a llegar a Australia con dos semanas de antelación y nos va a dar tiempo a aburrirnos de lo lindo, a sentirnos agobiados y a aumentar nuestra presión competitiva antes de tiempo", comentaban. "La federación se ha pasado". En efecto, el equipo español de atletismo llegó a Adelaida el pasado sábado y sus competiciones no empiezan hasta el viernes 22. Parece excesivo. Pero no.

La federación se basó para su decisión en los pocos estudios que hay publicados sobre cronobiología del rendimiento: todos coinciden en que como término medio se necesita un día de adaptación por cada hora de diferencia entre el origen y el destino. Con Sydney la diferencia actual es de nueve horas, con lo que el mínimo necesario debería ser de nueve días. Sin embargo, un par de factores agravan la situación. Uno es que con Sydney, además de cambio de latitud se produce un cambio de longitud, es decir se cambia desde el hemisferio norte al sur; y el otro es que el cambio se produce hacia el Este, lo que obliga al organismo a adelantar su reloj para adaptarse, tarea que, curiosamente es más trabajosa que el retrasarlo, lo que se debe hacer cuando se viaja hacia el Oeste, hacia América: hay estudios al respecto que reflejan que algunos individuos, inconscientemente, prefieren retrasar su reloj biológico 15 horas en lugar de adelantarlo nueve.

Casimiro Javierre, fisiólogo de la Universidad de Barcelona, es uno de los grandes expertos españoles en cronobiología, aunque sus estudios se centran más en las consecuencias del cambio horario dentro del mismo meridiano, como el que sufre, por ejemplo, un equipo de fútbol acostumbrado a jugar sus partidos por la tarde que de repente se ve obligado a jugar al mediodía. "La federación ha actuado convenientemente", dice Javierre. "Aunque no sabemos cómo pueden afectar exactamente al rendimiento, el cambio horario produce grandes alteraciones en el organismo. El individuo sólo es consciente de la dificultad de adaptar su sueño al nuevo horario, pero también hay alteraciones en la temperatura corporal, que es más baja por la mañana y tiende a subir a lo largo del día, como bien saben los padres que tienen a un niño con fiebre por la noche y ven que por la mañana ha bajado y lo envían a la guardería sólo para ver como al mediodía les llaman avisando de que la fiebre ha vuelto a subir. Y se calcula que la temperatura recupera su ritmo normal en el caso de un viaje a Sydney desde España en 10 días. También se dan cambios hormonales y modificaciones del comportamiento, además de cefaleas, náuseas y otros tipos de trastornos". El cuerpo está fatigado y, sin embargo, le cuesta conciliar el sueño, se pierde el apetito, aumenta la irritabilidad, la mente está despistada y desorientada...Las maneras de luchar contra los perjuicios son muchas y ninguna parece milagrosa. Por ejemplo, es famosa en la comunidad científica la forma de enfrentarse al problema de la selección keniana de cross en un Mundial celebrado en Australia: los seleccionados llegaron la víspera de la carrera y al día siguiente coparon los cinco primeros puestos. Claro que eran los grandes favoritos. "En el rendimiento, que es plurifactorial, es decir, que una buena o mala marca se debe a muchas causas, también influye la motivación: cuanto mayor es, más fácil es adaptarse al cambio. Lo mejor que se puede hacer", dice Javierre, "es intentar adaptarse cuanto antes y si se llega por la mañana se debe hacer al salir del aeropuerto lo que la rutina haría si se estuviera en España, y si toca entrenarse, pues a entrenarse, aunque el cuerpo pida cama".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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