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VUELTA 2000 16ª etapa

Un infierno con olor a embrague

El infierno del Angliru no tiene fuego, pero huele a quemado. El mismo sitio donde una pintada advertía: "Aquí empieza el infierno", los coches de los equipos, las motos que seguían la carrera y otros vehículos de la Vuelta echaban humo. Sí, sí. No es retórica. Humo. Empezando por el mismísimo coche del director del líder, Vicente Belda. De tanto arrimarse a Heras, de marchar a velocidades tan pequeñas, el primer coche del Kelme sacaba una cortina que por poco le hace quedarse en la subida del Angliru. Al fin, llegó, pero impregnó la explanada de la meta del olor a goma quemada.Y no sólo el Kelme. La mayoría de los vehículos también. "Yo iba con Olano", explicó Juan Manuel Gárate, corredor del Lampre, en la llegada. "De repente, mi coche y el del Costa de Almería se quedaron. Menos mal que un guardia me avisó y pude esquivarlos". Pero del coche del Lampre no había noticias arriba. Debió quedarse en la cuneta.

De la moto de José Enrique Cima, el ex ciclista y ahora periodista que ha escrito el primer libro sobre el Angliru, sí hay noticias. El ritmo de la carrera y el de las motos que le precedían le dejó sin embrague y tuvo que dejarla tirada en plena subida.

Los corredores, en cambio, no se calaron. Tenían energía extra en sus bicicletas. Todos lo admitían abiertamente. En esto, la subida al Angliru fue exactamente igual este año al anterior. "En los tramos más duros, sí nos ayudaban. Cuando yo he pasado por allí", confesaba Rubén Oarbeaskoa, de La Pecol, "la gente ya estaba cansada de empujar. Han dado el do de pecho. Si no, más de uno de nosotros habría puesto el pie en tierra. Ni me imaginaba esto. No me gustaría volver aquí en competición".

Y no es que los jueces de carrera toleraran absolutamente todo. En la etapa de ayer multaron a más ciclistas que nunca. Sobre todo a aquellos que se jugaban algún puesto importante.

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