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La liberación de Sainz

El madrileño afirma, tras ganar en Chipre, que sentía como una losa el título que perdió en Gran Bretaña hace dos años a 300 metros de la meta

Su casco sigue sin fecha de caducidad. Por mucho que alguno lo haya querido jubilar durante su mala racha, Carlos Sainz demostró en Chipre que, con 38 años, sigue tan competitivo como en 1990, cuando logró sus primeros éxitos. "El Mundial vuelve a estar abierto para nosotros", anuncia. El suyo es un ejemplo de longevidad y de superación ante la adversidad. Lleva diez años peleando cada temporada por ganar el Mundial, por vencer en cada rally. Por eso la fiesta de anoche en la pista de karts que lleva su nombre en Las Rozas celebró el 23º triunfo del bicampeón y premió la persistencia de un tipo que sigue viviendo para ser el número uno."Esta victoria tiene un significado especial", repitió el campeón del mundo de 1990 y 1992 a su llegada a Madrid, donde le recibieron sus hijos Blanca, Carlos y Ana. "Hemos roto una mala racha y nos hemos quitado un peso de encima. Pero la situación tampoco es tan distinta porque, aún sin conseguir ganar rallies, durante todo este tiempo hemos estado siempre peleando por lograrlo".

El curriculo le da la razón. De los 27 rallies disputados desde su anterior triunfo -en julio de 1998 en Nueva Zelanda- hasta llegar a Chipre, ninguno de los notables del Mundial había visitado el podio tantas veces como el piloto madrileño (15), pero todos habían logrado victorias menos él. Y de las diez temporadas que lleva en la élite, sólo una vez -en 1993- no ha luchado por el título. Además de sus dos títulos, suma cuatro subcampeonatos y tres terceras posiciones en el Mundial.

No puede decirse que Sainz haya sido un piloto con suerte. "Si la hubiera tenido, ahora llevaría cuatro o cinco títulos y 28 o 30 triunfos", dice siempre uno de sus mejores amigos. Y no le falta razón, pues el caso de Carlos es único en la historia del campeonato del mundo. Ningún otro piloto ha estado tanto tiempo en la cima, ni siquiera su sempiterno rival Juha Kankkunen, que ha ganado cuatro títulos y con quien comparte ahora el récord de victorias (23), pero cuya trayectoria está repleta de altibajos.

"¿Motivación? Si no la tuviera no podría continuar en esto, no podría estar tanto tiempo alejado de mi familia, ni entrenar como lo hago", explica Sainz. Y es que el piloto madrileño, que fue el primer piloto del Mundial que dio importancia a la preparación física, sigue estando tan en forma como cuando empezó, porque sigue machacándose como antes. El recorrido del Rally de Chipre, uno de los más exigentes de la temporada, lo demostró claramente, y el piloto español se impuso a rivales mucho más jóvenes como McRae y Burns.

"El sentimiento ahora es de liberación. Desde aquel fatídico Rally de Gran Bretaña de 1998 en que perdimos el título a 300 metros del final no veíamos el momento de que se acabara la mala racha", dice Sainz. Ahora vuelve a estar en paz con su hoja de servicios y piensa ya en ganar su tercera corona. "El campeonato se ha apretado", cuenta. "Nosotros cerramos el pelotón de candidatos porque hemos aprovechado nuestra última oportunidad en Chipre, pero sólo hay siete puntos de diferencia respecto al líder, Marcus Gronholm, por lo que puede ganar cualquiera".

En ese grupo, además del finlandés de Peugeot, están Richard Burns (Subaru) y, sobre todo, el otro piloto de Ford, Colin McRae. Después de la polémica en el seno de la escudería durante el Rally Acrópolis, cuando las órdenes de equipo favorecieron al escocés, Sainz no teme que en las últimas carreras pueda reproducirse la situación.

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