Australia requisa manzanas y naranjas
Unos perritos antidroga les arrebatan la comida a los atletas españoles en Adelaida
Unos perritos autóctonos, muy simpáticos ellos, recibieron a los cerca de sesenta atletas españoles que aterrizaron el sábado en Adelaida tras casi dos días de viaje. Su misión, la de los perros, era requisar toda la comida que llevaran los deportistas españoles. Husmeaban las maletas y si, tras unos segundos, se sentaban muy educadamente quería decir que allí había tomate: o más concretamente una manzana que llevaba desde Madrid el corredor de 400 metros Toni Andrés; o una naranja que trajo Natalia Rodríguez, de 1.500, sin darle la menor importancia. Entonces, el policía que acompañaba al perro se apoderaba de la fruta y se la guardaba. ¿Para qué la querría? Preocupado, un técnico de la Federación de Atletismo avisaba a viva voz: "Por favor, los que tengan algo de comida, que lo digan, que nos pueden poner multas muy altas". Es cierto, un cartel ya lo anunciaba Food to declare. Pero, claro, ni Andrés ni Rodríguez creían que por comida se entendiera una manzana o una naranja. Mucho más sorprendido se quedó otro fondista, Teodoro Cuñado, cuando el perrito se sentó ante su maleta. ¡Pero si él no tenía absolutamente nada de comida! Pero sí una cajita de madera que fue también requisada. Lo de la comida se entiende que es para evitar posibles infecciones en la isla más grande del mundo, o tal vez por cerrar una supuesta entrada de droga, pero lo de la madera... No hubo multas, en cualquier caso, y los atletas abandonaron pronto el aeropuerto de Adelaida en busca de hotel donde acostarse por primera vez tras casi dos días de aquí para allá. El más listo resultó el veterano marchador Jesús Ángel Bragado, que se trajo de España una bandeja de embutidos empaquetada al vacío que ni la olieron los perritos australianos. "Es que en Atlanta ya pasé hambre", se justificó Bragado.
Por fin Australia, los antípodas, es decir, los aborígenes con los pies hacia atrás, según el significado etimológico de la palabra. Más de 20 horas en avión y una escala de 10 horas en Singapur. En la ciudad asiática los atletas lo tenían todo preparado: una visita al estadio olímpico y a entrenarse un poco. A estirar los entumecidos músculos. Hubo, eso sí, un ligero problema: un calor pegajoso, cerca de 40 grados muy húmedos. Aun así los atletas españoles se pusieron de corto y salieron a la pista. No todos se atreven a desafiar al calor y a la humedad. Algunos se arriman al fresco que despide la pared. García Chico, medalla de bronce en Barcelona 92 en salto de pértiga, se asombra de que algunos de sus compañeros se atrevan a correr. "Éstos están locos". Teodoro Cuñado anda descalzo por el césped ("Eso activa la circulación", afirma). Se corre la voz: "No tiréis ningún papel al suelo. Son 130.000 pesetas de multa".
Los atletas se duchan, se cambian y se marchan a comer. Buffet libre. Desde Singapur a Adelaida, sólo quedaban seis horas y medio de vuelo. Bien, eso y los perritos australianos, que descubrieron la manzana y la naranja, pero no la bandeja de embutidos. Los atletas, por cierto, estarán entrenándose en Adelaida hasta que empiecen a competir en Sydney. Adelaida es la ciudad con el mayor promedio de medallistas por habitante del mundo, según el cónsul honorario español del lugar, Joaquín Artacho.
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