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El viaje de ida, hace un siglo

Javier Arroyo

Sin contratos

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Durante siglos los andaluces han buscado sus jornales más allá de su tierra. Pero, contra lo que pueda creerse, no siempre han mirado al norte. Hubo tiempos en los que echaban la vista al sur, más allá del Estrecho, la misma ruta, pero en dirección contraria a la que hoy hacen a diario decenas de africanos. Muchos escapaban de una situación política que no les dejaba respirar; otros buscaban tan sólo un medio de subsistencia. Corrían los últimos años del siglo pasado cuando más de 155.000 españoles, la mayoría de Almería, Málaga y el Levante español, dejaron sus casas en la península para buscar acomodo en Argelia y Marruecos. El número de enero de 1892 de la revista de la Cámara de Comercio Española en Tánger, entonces un protectorado español, contaba entre sus páginas con un Informe sobre la emigración española en el que repasaba la situación de estos emigrantes. El origen de ese recuento está en unas instrucciones que el Gobierno dio a todos los consulados españoles en África y América para que abrieran una "amplia información acerca del número, condición y estado de las colonias de emigrantes españoles", con el fin de "conocer con toda verdad cuál es la situación presente de nuestros emigrados".

La contabilidad fue una de las mayores dificultades de ese proceso por la resistencia de los emigrantes a inscribirse en los registros consulares. Tal fue la complicación que el Ministerio de Estado tomó medidas drásticas para conseguir que se anotarán en esos registros todos los viajeros; se llegó incluso a amenazar con la pérdida de nacionalidad lo que tampoco impuso el temor suficiente. Así, la cifra oficial de 155.188 emigrantes en Argelia y Marruecos parece quedarse lejos de la realidad.

Los flujos migratorios hacia África no eran mucho menores que los que hay ahora en dirección contraria: durante los doce meses de 1892, llegaron a Orán 13.304 emigrados procedentes del sureste español. Tal fue el contingente que llegó al Magreb, sobre todo a la zona de Orán, que se llegó a hablar de una colonización hispana del país. Se publicaron incluso periódicos en español.

El informe de la Cámara de comercio concluye respecto al bienestar social y a la seguridad jurídica de los trabajadores que, en Argel -donde el censo indicaba que vivían 49.003 españoles, en su mayor parte braceros y obreros que se empleaban en la labranza y roturación de tierras y en las nuevas vías férreas en construcción-, los emigrados "no son alojados ni mantenidos a su llegada por empresas ni por el Gobierno".

Pocos eran los contratos "que hacen con los detentores de terreno [...] y muchos son los que ven sin cumplir ninguna de sus claúsulas, pues no se concede en Argel a los españoles la asistencia judicial gratuita, a pesar de la existencia del Tratado de 1884: careciendo de recursos, no pueden entablar una acción ante los tribunales para defender sus derechos". Poco han cambiado las cosas desde entonces para los emigrados. La presencia española, y andaluza, en el norte de África ha sido una constante desde el siglo XIII, pero a finales del XIX, la sequía en España se enfrentaba a la bonanza agrícola en el norte de África. Surgió entonces la llamada "emigración golondrina". Los jornaleros se trasladaban para trabajar en la recolección y una vez terminada ésta volvían a su país.

Más de 100.000 andaluces (malagueños y almerienses) y levantinos emigraron a Orán (Argelia); el clima mediterráneo favorecía el cultivo del naranjo en vastísimas extensiones que requerían mano de obra conocedora de ese trabajo. Cuatro vapores españoles se encargaban del tráfico entre el puerto de Orán y los de Almería y Alicante. "La ley de policía francesa se aplica con rigor a los pasajeros españoles que van en los vapores, no permitiéndoles desembarcar si no presentan el pasaporte u otro documento personal visado por el Agente Consular francés del puerto de salida", dice la revista de la Cámara.

La mayoría de los contratos eran verbales, "solamente para fijar el precio del jornal, lo cual les ocasiona con frecuencia disgustos y pérdidas importantes de los salarios ganados -cuenta el informe-. Los propietarios abusan a veces, negándose a pagar al obrero español lo que le debe, en términos que ha habido cuadrillas de trabajadores a quienes se han adeudado más de 6.000 francos, y han sido repatriados como indigentes por falta absoluta de recursos".

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