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El desastre del milenio

Isabel Ferrer

La Cúpula del Milenio (Millennium Dome), la bóveda conmemorativa levantada en Greenwich, al sureste de Londres, por el Gobierno laborista, se ha convertido en un oscuro pozo sin fondo. A punto de cerrar por no poder cubrir gastos, dada la escasez de visitantes, el reciente préstamo de 47 millones de libras (12.700 millones de pesetas) -la quinta ayuda de urgencia desde 1999- le ha sacado del trance, pero ha comprometido también su futura venta al banco nipón Nomura."Seguimos dispuestos a adquirir la cúpula, si bien la evidente falta de público puede repercutir en nuestros planes. Además, nadie nos ha explicado todavía las razones del nuevo y sorprendente préstamo", señaló ayer Andrew Dowler, portavoz de Nomura. La entidad japonesa era hasta ahora la segura compradora de la controvertida cúpula, por la que iba a pagar 105 millones de libras (28.000 millones de pesetas) a finales de año. La salvación del honor del proyecto, y desde luego de su venta, ha quedado ahora en manos de David James, un asesor financiero británico especializado en rescatar empresas fallidas.

"Aunque suene extraño, es mejor recibir los 47 millones y seguir abiertos hasta diciembre que cerrar de repente y perder mucho más dinero", aseguró ayer James, después de recorrer las instalaciones de la cúpula. Pierre-Yves Gerbeau, antiguo directivo de EuroDisney, le acompañaba en su debú. Atraído con una oferta sustanciosa de empleo temporal, este último prometió salvar la cúpula a principios de año. Si bien ha sido criticado por tratar de darle un tono "de vulgar parque de atracciones", su labor estaba lastrada de antemano por la marcha de Jennie Page, su antecesora, así como de Bob Ayling, presidente de la New Millenium Experience, compañía titular de la cúpula. Tras las dos primeras bajas, el nuevo préstamo ha hundido también a David Quarmby, que sucedió a Ayling.

Presentado por el anterior Gabinete conservador como un monumento a la imaginación, la cúpula fue aprobada al final por los laboristas. El proyecto debía servir para elevar la moral del país y amasar una fortuna en ingresos, pero tuvo problemas de organización desde el principio. Las agrias discusiones sobre los contenidos que debían mostrarse en el interior de la media esfera blanca levantada a la orilla del Támesis dejaron su huella en el público, que no ha acudido con el entusiasmo esperado por el Gobierno. Además, nadie puede olvidar la apertura en Nochevieja, presidida por la reina Isabel II, cuando un fallo de los organizadores dejó a miles de visitantes con entrada esperando durante horas en el tren que les conducía a Greenwich. Los más fieles han sido los escolares británicos, que acuden con asiduidad, pero sus paseos son gratuitos y no pueden sacar el proyecto del atolladero.

A pesar de que todos los préstamos salen de los fondos de la lotería nacional, tanto la oposición conservadora, que ha exigido el cierre, como las asociaciones benéficas dependientes de donativos privados han criticado la sangría de la cúpula. Para estas últimas, siempre escasas de fondos, pedir que los ingresos de la lotería no acaben en un proyecto fallido suena razonable.

Que el líder tory, William Hague, arremeta contra la cúpula es más delicado. A fin de cuentas, su propio partido tuvo la idea de celebrar el nuevo milenio con un edificio que "marcaría un hito en la historia nacional", en palabras de Virginia Bottomley, antigua ministra de Sanidad de John Major.

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