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El bosque saturado

La masificación amenaza el desarrollo turístico en Cazorla, Segura y Las Villas

Durante los últimos 10 años, una de cada tres pesetas invertidas en el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas se ha dirigido al sector turístico. El dato lo revelan Eduardo Araque y José Domingo Sánchez, investigadores del Área de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Jaén, que acaban de publicar, con el patrocinio de la Federación de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía, un completo análisis sobre la gestión de este territorio. Examinando los informes anuales del Instituto de Fomento de Andalucía se comprueba cómo, en una década, los fondos destinados a infraestructuras turísticas suman más de 2.000 millones de pesetas, lo que ha permitido que este parque se convierta "en uno de los ámbitos rurales del interior de la región con mayor capacidad de acogida, superado tan sólo por Sierra Nevada". Este fenómeno tiene unas características peculiares. Aún siendo un parque natural de gran extensión (214.000 hectáreas), la oferta de alojamientos y actividades de ocio se ha concentrado en el curso alto del Guadalquivir, en el estrecho valle que dibuja el río entre su nacimiento y el pantano del Tranco. Como advierten Araque y Sánchez, "en una franja de poco más de 30 kilómetros se produce una fortísima aglomeración de infraestructura turística que nada tiene que envidiar a la que se registra en algunas áreas del litoral español".

Otro hecho, no menos llamativo, es la acusada estacionalidad del turismo que se decide por este espacio protegido. Los visitantes se concentran, alcanzando magnitudes espectaculares, en los dos meses centrales del verano y los tres días finales de la Semana Santa.

En esas dos épocas del año, detallan estos especialistas de la Universidad de Jaén, "se registran densidades asombrosas de personas y vehículos que vienen a romper con la imagen estereotipada que se tiene del turismo de naturaleza". La calidad ambiental de la zona se resiente porque comienzan a manifestarse los problemas característicos de una gran ciudad. Los viajeros terminan enfrentándose a los mismos inconvenientes de los que vienen huyendo: proliferación de basuras, intenso tráfico de automóviles o elevados niveles de ruido.

Aunque el desarrollo socioeconómico que han experimentado estas serranías, desde su declaración como parque natural, ha sido claramente positivo, no es menos cierto que su fuerte dependencia del sector turístico lo hace especialmente frágil, sobre todo si no se reconduce esa tendencia a la masificación. Es un modelo, alertan Araque y Sánchez, "abocado al fracaso de no corregirse los efectos más nocivos que genera sobre el territorio".

Existen distintas alternativas capaces de evitar una mayor concentración de infraestructuras en la cabecera de Guadalquivir. En opinión de estos investigadores, habría que diversificar la oferta, distribuyéndola por los múltiples núcleos urbanos del parque. También podrían recuperarse viejos emplazamientos hoy abandonados, desde aldeas que todavía se conservan en pie hasta cortijadas o casas forestales que, en general, gozan de emplazamientos privilegiados.

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"El problema de la estacionalidad", añaden los autores de este trabajo, "resulta mucho más complejo de resolver", aunque también en este caso se apuntan algunas soluciones. Apostar por el turismo de invierno que se viene ensayando en distintas zonas del litoral resulta comprometido, ya que en estas sierras el régimen de lluvias y las bajas temperaturas no son las más adecuadas para las personas de la tercera edad a las que, mayoritariamente, van dirigidas este tipo de ofertas. Sí podría experimentarse este tipo de turismo, de temporada baja, durante los meses de octubre, mayo y junio, cuando las condiciones meteorológicas siguen siendo propicias para las actividades al aire libre.

Existe, además, un segmento de visitantes del que todavía no ha obtenido el rendimiento que cabría esperar. El turismo escolar y científico suele dirigirse a este espacio fuera de la estricta temporada veraniega, pero con frecuencia limita su estancia a unas pocas jornadas. "En ocasiones", detallan Araque y Sánchez, "los desplazamientos de estos colectivos se producen desde largas distancias para efectuar visitas de menos de un día en las que, obviamente, apenas puede contemplar un sector minúsculo del área protegida". Un sistema de ofertas específicas, adaptadas a las condiciones socioeconómicas de este tipo de turistas, también podría contribuir a romper la estacionalidad y procurar rentas sostenidas durante todo el año.

Un sector en alza

Si bien el sector turístico no ha dejado de crecer en Andalucía, la expansión registrada en los parques naturales rebasa con creces los porcentajes que se obtienen en otras zonas de la región. En cierta medida este fenómeno está relacionado con la desfavorable situación de partida en la que se hallaban estos territorios, pero también con un notable aumento del turismo de naturaleza.Tomando como referencia el número de alojamientos disponibles, y analizando el periodo comprendido entre 1989 y 1996, el crecimiento experimentado en los municipios ubicados en parques naturales ha sido muy superior al que se manifestó en las localidades andaluzas de menos de 50.000 habitantes y también rebasa la media que se obtiene para el conjunto regional.

Este crecimiento, según datos de la Consejería de Medio Ambiente, ha sido significativo en todos los tipos de establecimientos, aunque destacan los hoteles-apartamentos con un aumento, en parques naturales, del 283%, frente al 135% registrado en poblaciones de menos de 50.000 habitantes y el 141% de media regional. En sólo ocho años (1990-97) el número de plazas de hotel en el conjunto de los parques naturales creció un 114%, de tal manera que han pasado de constituir el 7% de la oferta regional a superar el 10%.

El fenómeno del turismo de naturaleza ha influido en otros parámetros, como el saldo migratorio o la tasa de desempleo. Si en 1989 el saldo migratorio por mil habitantes (inmigrantes menos emigrantes) en las sierras de Cazorla, Segura y Las Villas se situaba en un -20,2, seis años después esa tasa se había reducido al -8,2, y es muy posible que ya se haya invertido la tendencia y el parque esté ganando población en vez de perderla. En lo que se refiere al desempleo, y tomando como referencia este mismo parque natural, la disminución en el periodo 1988-1997 fue de un 57%.

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