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La lidiaMÁLAGA

Tarde de pasión y locura

El toreo es hijo de la pasión. No se concibe sin sentimientos extremos. No existe ni en la tibieza, ni en la comodidad. Por eso, Curro Romero, con DNI antiguo, sigue en preferente. Muchos toros ha toreado el camero y otros muchos ha dejado de torear, pero nunca se repite, porque su toreo es tan irreproducible como su madre la pasión, que sólo se vive por vez primera y que por muchas veces que se haya experimentado, nunca se podrá gozar otra vez más.Y lo que digo de Curro, aplíquese a José Tomas, que son dos formas de entender el mismo toreo con la única diferencia que puede marcar la personalidad. Curro y José dibujaron verónicas únicas, cargando la suerte, avanzando el pecho, jugando los brazos y ganando terreno. Se las ve llegar, son difíciles de creer, pero se imponen y se gozan, y, apenas se han diluído, se echan de menos, en balde, porque no pueden volver; tal vez otro día, pero serán otras, otra vez, la primera eternamente.

Varias ganaderías / Romero, Joselito, Tomás

Tres toros de Juan Pedro Domecq, 1º, 2º y 6º, dos de Parladé, 3º y 5º, y uno de El Torero. Todos escasos de fuerza y desiguales de presentación. El 2º de Carril. Curro Romero: media atravesada, doce descabellos (gran ovación y saludos); estocada honda atravesada, cinco descabellos (algunos pitos). Joselito: estocada honda trasera (dos orejas); estocada desprendida (oreja). José Tomás: media estocada (aplausos); pinchazo, estocada apenas desprendida (dos orejas).Plaza de La Malagueta, 16 de agosto. 8ª de abono. Lleno hasta la bandera.

Curro y Tomás torearon al natural; dos series de cinco naturales y en ambas, presentaban la muleta cuadrada, medían la distancia según el poder y los pies del toro, enfrentados a él, hartándolo de trapo, girando la cintura según pasaba la res y avanzando la pierna contraria para preparar el cite siguiente. Curro toreó por sevillanas, arqueando el toreo, mientras que José Tomás repitió la verticalidad de El Escorial, recogiendo al toro muy cerca de los muslos en cada pasada, aguantando los extraños sin pestañear, clavado en el centro del ruedo.

Los remates del sevillano fueron primorosos, siempre por bajo, pintureros. Los ayudados, que no se sabían si por alto o por bajo, digo yo qu serían a media altura, pero estaban llenos de expresividad, porque estaban cargados de emoción. La faena fue larga, alrededor de 26 pases, cada uno necesario para desembocar en el otro.

Lo de José Tomás fue mucho más largo, la gente, de pie, enloquecía, no sabían si gritar, reír o llorar, y todas esas impresiones bajaban en cascada a un ruedo en el que la figura de José Tomás se agrandaba, posiblemente hasta coger el tamaño del primer torero del siglo.

Joselito hizo en el segundo la mejor faena de su vuelta; siempre fue a más en las series por la derecha, y ganó poco a poco el pitón izquierdo; todo ello con el particular desmayo de José Miguel Arroyo, que nos trajo el mejor tono de sus grandes tardes. El único problema es que Joselito sólo es humano. El tercero, el cuarto y el quinto no tuvieron historia, a pesar de que en el quinto se cortó una oreja de tómbola. No fue posible que Curro se acoplara al del torero, ni que José Tomás pasara de matar al rajado tercero.

El toreo de ayer en Málaga fue muy difícil de digerir, se quedaba atravesado en la garganta y, como el buen champaña, enseguida se subía a la cabeza y te hacía enloquecer. Momento hubo en que toreros y público perdían la referencia de la luz, y conseguían, a fuerza de tanto morir, la mejor expresión de la vida.

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