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Reportaje:Generación nómada

LAS DOS CARAS DEL CONFLICTO BALCÁNICO

Teresa Cubí. 23 años. Licenciada en Historia por la Universidad de Barcelona. Imparte cursos de formación de adultos de grado superior. Sus veraneos familiares (la playa de Calella, la montaña de la Vall d'Aran) concluyeron cuando tenía 19 años y decidió pasar un verano en un campo de trabajo de Hungría próximo a la frontera con Rumania. Repitió la experiencia en 1998 y 1999, en Bosnia e Irlanda, respectivamente. Ahora mismo se encuentra en un campo de Kosovo, ayudando a normalizar la vida de los niños de la guerra."Siempre me han interesado los países del Este y muy en particular los Balcanes, cuyo conflicto he seguido de cerca". Teresa Cubí decidió profundizar en ese interés en 1996, cuando solicitó incorporarse a una de las colonias de verano que organiza por el mundo la veterana ONG Servicio Civil Internacional (SCI). Le tocó Hungría, una región muy pobre junto a la frontera rumana. En el campo había chicos de 5 a 18 años para los que se organizaban actividades y juegos mientras sus padres buscaban la manera de salir adelante.

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"Fueron sólo quince días, pero me lo pasé muy bien. Tan importante como el trabajo son las relaciones con gente de otros países que encuentras allí". De hecho, Teresa trabó amistad con una chica de Belgrado que tendría mucho que ver con su posterior experiencia en un campo bosnio, al que acudió durante el verano de 1998. "No creía que Bosnia me fuera a tocar, pues el SCI pedía jóvenes de más de 21 años, y yo los tenía recién cumplidos". Le tocó. Tres semanas en Tuzla, en un campo de niños y jóvenes afectados por la guerra. Primero voló a Belgrado, donde pasó unos días con su amiga serbia. "Así podía ver las dos caras del conflicto, la situación en Serbia y luego la de Bosnia".

Impresión de Belgrado: "Me pareció una ciudad muy pobre, muy gris, donde se nota mucho la huella del comunismo. Hay mucha decepción, por lo menos eso es lo que palpé en esa familia. Confiaban en que Milosevic caería una vez acabada la guerra, pero ahora están desanimados y se muestran muy críticos con Europa y los Estados Unidos, y también con Rusia".

De Belgrado, en autobús (seis horas), Teresa se fue a Tuzla. Cometido del equipo: montar actividades para niños y jóvenes de 6 a 18 años que habían conocido la guerra de cara. "Los pequeños la tenían ya olvidada, pero los más mayores te recibían con mucho recelo, al principio. Luego te ganabas su confianza". Las condiciones de vida en el campo no eran muy confortables, "pero se podían aguantar perfectamente".

Los fines de semana los monitores libraban. Teresa lo aprovechó para visitar Sarajevo y Mostar. Impresiones de Bosnia: "Me impresionó ver las primeras casas destruidas o rastros de bala en las paredes; hasta entonces eso sólo lo había visto en fotografías. Pero la verdad es que hay más riqueza que en Serbia. Están reconstruyendo mucho, se nota que circula el dinero, y hay lugares en que no queda rastro del conflicto". Experiencia satisfactoria. Tanto como para que se reenganchara los siguientes veranos; en 1999 en una colonia de refugiados bosnios cerca de Dublín y este año en Kosovo.

¿Por qué todo esto, Teresa? "Porque es una manera de viajar y de conocer a gente nueva. Aparte de que he descubierto que prestando ayuda en realidad me estoy ayudando a mí misma".

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