_
_
_
_
Entrevista:GENERACIÓN NÓMADA

CUANDO EL MUNDO ES UNA FRUTA NUEVA

De todo se aprende. Él ha aprendido a ser tolerante. A aceptar que el mundo es diferente. Sabe que "con esta vida" es difícil hacerse un "sólido futuro". Pero ¿hay algo mejor que un atardecer en una playa desconocida? o ¿ver una flor que nunca ha visto?

Sabe usted? Los viajes me han hecho tolerante. Ves tantas cosas, tan diferentes... Cuando vuelvo, cuando me reencuentro con mis amigos, me parecen absurdas algunas discusiones. Tenemos que aceptarnos. Aceptar las diferencias. Igual que te aceptan a ti en otras culturas.Este muchacho, alto y moreno, de pelo negro y rizado, un tanto desgarbado, quizá, de sonrisa abierta y largos brazos, se llama David Lucas. Nació en Madrid en 1968. Y, si se le pregunta, dirá que estudió Magisterio, y que se diplomó por Ciencias y Educación Física. Y contará que ahora está trabajando como socorrista. Que lo que ahorre le servirá para marcharse otra vez "por ahí. Quizá a Nueva Zelanda".

David no habla mucho. A lo mejor porque ha aprendido el valor del silencio en sus viajes. En esos atardeceres, sentado en una playa de la República Dominicana, en esa noche, perdido en el desierto australiano, en esas noches en Estados Unidos, en Marruecos, o en un bar de Edimburgo, oyendo un idioma apenas comprendido. Pero si se le pregunta, David contará sus viajes. Los años de un sitio a otro. Cómo trabajó en silver service, en Escocia, tan elegante, con su corbata amarilla, su camisa blanca y su chaleco, cómo lavó platos en Byron Bay, en Australia, cómo dio clases de tenis en un elegante hotel de Santo Domingo.

-Pero usted, ¿por qué viaja?

-No sé. Me gusta.

Si se le pregunta, David contará que tiene razón su madre. Que esta vida no le deparará un porvenir sólido. Pero, ¿quién quiere un porvenir sólido? Si se le pregunta, o, a lo mejor, después de un silencio, sin preguntarle, David dirá:

-Nada vale la sensación de acariciar un koala, de tocar un canguro. Ver una flor que nunca has visto. Comer una fruta nunca saboreada. ¿Hay algo que valga más que sentarte con unos aborígenes australianos y escuchar sus canciones?

David, a lo mejor, se callará un momento. Y, luego, sonreirá y hablará de Ayer's Rock.

-A mí me gusta más el nombre que le dan los aborígenes: Ulurú. No sé si lleva alguna hache. Cambia de color 20 o 25 veces al día. Es maravilloso. ¿Hay algo mejor?

Siempre ha viajado solo. No es que no quiera compañía. Pero... Siempre, además, encuentra gente. En Australia conoció a dos ingleses. Con ellos, en una furgoneta, se lanzó a recorrer el continente.

-Nos perdimos.

-¿Se perdieron? Pero, ¿dónde?

-En el desierto. En cuanto te sales de la carretera principal, los caminos son malos. Y nos perdimos.

Cuenta David que no sintió miedo. Que sabía que había muerto gente en el desierto. Que corrían el peligro de quedarse sin gasolina, sin agua.

-Nos parecía raro que los canguros que veíamos fueran tan grandes.

Encontraron, por fin, un rancho. Allí les informaron de que, efectivamente, se habían perdido, que estaban muy lejos de su destino. Y, de paso, les informaron de que debían pagar por pernoctar en el rancho.

-Aquella noche pasamos frío.

Y punto. David no dice nada más. La concisión del diario de Colón: "Toda la noche se oyeron pasar pájaros".

-¿Y qué más?

-Luego, cada uno tiramos por un lado. Yo quería ir al norte, a ver cocodrilos, otro quería volver. Otro, ir a Sidney. Así que me fui al norte.

Se fue al norte. Vio cocodrilos.Volvió a Byron Bay.

-Byron Bay era maravillosa. Es maravillosa. Se dedican al cultivo biológico. Es... ¿cómo explicárselo? Es otra forma de vida. Me enamoré de aquel sitio. Cuando me marchaba fuera, tenía añoranza. Ahora, la tengo.

Si se le pregunta, David contará de la añoranza que se tiene por la gente, por los amigos que uno ha hecho, por la gente que ha tratado, que ha dejado.

-Un día te encuentras con alguien. Estás esperando un autobús. Y hablas. Y te das cuenta de que has encontrado una persona fantástica. Una persona con la que te entenderías. Y sabes que se irá, que te irás. Que no os veréis más. Es lo más duro. Pero también lo más maravilloso. Porque de todos siempre te queda algo. Todos te dejan algo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_