Volvió a triunfar
Hace un par de años, en su última visita a Barcelona, B. B. King pronunció una de esas frases tan lapidarias como proféticas: "Me retiraré 5 o 10 años después de morirme". Tras su concierto del jueves en el Poble Espanyol, sólo puede esperarse que la premonición del veterano guitarrista se cumpla en toda su extensión.A sus 75 años, B. B. King sigue reinando implacablemente en el mundo del blues y sus sucedáneos más rítmicos. Lucille, su entrañable guitarra Gibson personalizada, sigue seduciendo a las masas como ha venido haciéndolo desde hace varias décadas. Los recintos se abarrotan para ver en acción a la pareja y nadie parece salir defraudado, ni siquiera esos que, una vez tras otra, repiten la coletilla de que ha hecho el mismo concierto que la última vez. Por supuesto, B. B. King en el Poble Espanyol hizo el mismo concierto que la última vez, pero ¿alguien dejaría de comerse una buena paella porque dos años antes se comió una igual de buena? Un B. B. King al año es una medicina saludable para cualquier espíritu sin prejuicios.
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B. KingPoble Espanyol. Barcelona, 27 de julio.
El Poble Espanyol se llenó de un público caluroso, como se abarrotó la noche anterior la plaza de la Trinidad de San Sebastián -B. B. King clausuró apoteósicamente su 35º Festival de Jazz-, el Rey volvió a reinar en todo su esplendor y el entusiasmo no decayó en ningún momento.
B. B. King llegaba a Barcelona con dos nuevos discos bajo el brazo, uno totalmente personal -Makin' love is good for you- y otro compartido con Eric Clapton; pero, como es su costumbre, se olvidó de ellos y recurrió a su repertorio habitual, que, no nos engañemos, es el que su público estaba esperando. Esta vez sentado, pero sin exteriorizar signos de cansancio, el Rey ofreció un concierto casi a la carta capaz de satisfacer a cualquiera de sus seguidores que, tras los dos temas de calentamiento de sus músicos y una corta introducción guitarrística, se inició con el clásico Let the good times roll.
A partir de ahí los buenos momentos se fueron encadenando, temas tan populares como Caldonia y The thrill is gone se intercalaron entre blues más sentidos y punzantes en una curva ascendente. Posiblemente haya guitarristas de blues más rápidos, más técnicos o más elegantes, pero ninguno consigue llegarle a la suela del zapato a B. B. King en el terreno de la seducción. Su guitarreo sigue siendo impresionante; su voz, tan rotunda como de costumbre, y envidiable su capacidad para meterse al público en el bolsillo.
En el Poble Espanyol, B. B. King volvió a triunfar por todo lo alto. Al final, de su guitarra salía humo, de las manos del público también, y las púas de guitarra volvieron a volar por los aires siguiendo la costumbre casi ceremonial.
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