La ruta del alambique
Una treintena de hábitats convierten este paraje, cercano a Marbella, en un museo etnobotánico natural
Al igual que la mítica Shangri-la de Frank Capra, existe un valle perdido y oculto entre montañas en la serranía de Ronda, donde la naturaleza se encuentra en estado virgen y muestra toda su belleza. A poco más de una hora de distancia de Marbella, el valle del Genal constituye un auténtico museo etnobotánico y natural, donde sus habitantes han armonizado con sabiduría la conservación del medio ambiente con sus actividades profesionales diarias. Una quincena de pueblos de inequívocas raíces árabes integran este hermoso paraje. Sus nombres dan idea sobre sus orígenes: Genalguacil, Gaucín, Algatocín, Benarrabá, Benadalid, Atajate, Pujerra, Igualeja, Parauta, Jubrique, Benalauría, Faraján, Júzcar, Cartajima y Alpandeire. Pero el encanto de estos municipios blancos, en los que las casas están alineadas de forma irregular y apiñadas unas contra otras, no se encuentra solo en su arquitectura, sino en que han sabido preservar sus viejas costumbres, a diferencia de lo ocurrido entre sus vecinos de la costa.
Una buena muestra de ello es la utilización de la cal en sus fachadas, sus persianas de juncos de vid y la pervivencia de una industria basada en técnicas artesanales. El valle es famoso por su producción de chacinería, derivados de la castaña, aceite, mosto y por la proliferación de alambiques para la producción de aguardiente, sobre todo en Jubrique. Sin embargo, en los últimos años éstos han caído en desuso debido a la escasez de viñas, aunque todos los pueblos conservan los viejos alambiques. La elaboración de alcoholes se ha trasladado a poblaciones vecinas como Ronda, aunque de la mano de los habitantes del valle.
El turismo rural ofrece también una variada gama de posibilidades en los diferentes municipios, que combinan naturaleza con historia, patente en cada uno de sus rincones. Antiguas iglesias y calles empedradas y estrechas, que merece la pena recorrer, a pesar de que quitan el resuello y a veces obligan a un pequeño alto en el camino ascendente. Sus bosques de castaños parecen todavía ocultar a aquellos bandoleros y contrabandistas que en épocas no muy lejanas asaltaban trabuco en ristre los caminos. Ahora lo único que asalta al visitante es su paisaje espectacular y la fragancia de sus frondosos bosques mediterráneos. Un encanto natural legendario, a la vista de algunas creencias populares, como la que explica el nacimiento de la localidad de Algatocín. Un rey moro, embargado por la belleza de este paisaje, decidió hacer un jardín en honor de su hija Algotisa, y de ahí el nombre de Algatocín.
Huertos frutales, en los que abundan los naranjales, se entremezclan con castaños, olivos, encinas, alcornoques y pinos. En el valle proliferan, además, especies vegetales que han desaparecido en otras áreas. Su microclima y la abundancia de manantiales han dado lugar a esta flora única en la que destacan los pinsapos -una especie en peligro de extinción-, robles quejigos, hipéricos, centaureas de Laínz y una variedad endémica de pino resiento.
De hecho de los 175 habitáts existentes en el suroeste ibérico, unos treinta han sido localizados en este valle. A lo largo del río Genal existen varias parejas de nutrias y otros mamíferos como el meloncillo, el tejón, el turón, el corzo y el musgaño de Cabrera. El valle del Genal es también una importante zona de migración de aves, que lo han elegido como lugar de cría, entre ellas, el águila, azor, gavilán, martín pescador, mirlo acuático, buitre leonado, cernícalo primilla, vencejo o alimoche.
En Parauta merece la pena contemplar la encina Valdecilla, de más de tres metros de diámetro y 20 metros de altura; mientras que en Alpandeire es de obligada visita la iglesia parroquial conocida como la catedral de la Serranía, la casa donde nació Fray Leopoldo de Alpandeire, los dólmenes de Encinas Borrachas y las Cuevas del Cerro del Castillejo. También resulta interesante el castillo medieval de Benadalid, que acoge entre sus muros el cementerio municipal; el Museo Etnográfico de Benalauría, antiguo molino de aceite de 1750; y el dolmen del Romeral en Faraján.
Castañas y cerezas
- Dónde. En la CN-340, a 12 kilómetros de Estepona, parte una carretera comarcal desde la barriada de Sabinillas hasta la localidad de Manilva. Desde aquí, una carretera conduce a Gaucín, desde donde se accede a los otros pueblos. - Cuándo. Durante el otoño, los bosques de castaños muestran sus más bellos colores. La primavera permite observar la floración de los cerezos.
- Alrededores. En Gaucín se pueden visitar el castillo del Águila, que perteneció a los musulmanes hasta 1485, y el restaurante Nacional, antiguo Hotel del Inglés. Además de degustar comida casera (unas 2.000 pesetas), se pueden ver los libros de registro desde la fundación en 1820. Debe su nombre a un huésped ilustre, el grabador inglés David Roberts.
- Y qué más. Se puede consultar en Internet la página www.serraniaronda.org. Información en los ayuntamientos de Gaucín (952 15 10 00) o Algatosín (952 15 00 00).
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