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El congreso que necesitamos

Las organizaciones de la izquierda europea han experimentado dos tipos de crisis en los últimos tiempos: crisis de identidad y crisis orgánicas. El PSOE se encuentra inmerso en la actualidad en ambas dos. Por una parte, compartimos con el resto de la socialdemocracia europea una encrucijada ideológica de cuya resolución dependerá la naturaleza y los objetivos del socialismo del siglo XXI. Por otra parte, es de común aceptación el hecho de que el modelo organizativo y de dirección del PSOE necesita profundos cambios para dar cumplimiento a las funciones políticas y sociales que se le requieren. El 35º Congreso Federal de nuestro Partido constituye una gran oportunidad para situar a la organización en el camino de resolver sus problemas y sus retos.El PSOE tiene pendiente desde hace demasiado tiempo la celebración de un debate ideológico en profundidad, que contribuya a establecer un rumbo estratégico definido. En el seno de la socialdemocracia europea tal debate lleva abierto varios años. En unos países, como el Reino Unido, los socialistas han decidido priorizar la agregación de mayorías electorales mediante una estrategia pragmática de adaptación de los principios tradicionales de la izquierda a los vientos liberales y conservadores que predominan en el clima ideológico mundial. Es la tesis que parece desprenderse de la ponencia marco, aprobada por la mayoría de la comisión política del PSOE para su debate en el 35º Congreso, cuando mantiene que "tendremos que corregir nuestro déficit de flexibilidad en todo el sistema productivo y social para ser capaces de adaptarnos, con rapidez, a las alteraciones que se producen en un mundo globalizado".

Por el contrario, en otros países como Francia los socialistas han optado por configurar mayorías sociales, con otras formaciones de izquierda, con los verdes, con los sindicatos y movimientos sociales, con el objetivo de acometer las transformaciones políticas y sociales precisas para resolver los problemas y necesidades de excluidos, trabajadores y clases medias, desde los principios ideológicos de la igualdad, la solidaridad, la justicia social y la democracia. Esta opción es la que, a nuestro juicio, comparten la mayoría de los socialistas españoles, y que se plasma en la ponencia alternativa El Proyecto Socialista que propondremos en el 35º Congreso, con el aval del respaldo mayoritario en las agrupaciones socialistas de toda España.

Para resolver su crisis de identidad, el PSOE debe responderse a sí mismo algunas preguntas: ¿Qué proyecto político ofrece a la sociedad española? ¿A quiénes está dirigido? ¿Qué apoyos sociales y políticos requiere para su aplicación? ¿Qué estrategias de oposición y de gobierno debe plantear para hacerlo mayoritario? Todas estas preguntas, seguramente, no encontrarán una respuesta integral en el próximo congreso. A mi juicio, sin embargo, este congreso se cerraría inadecuadamente si al menos no se apunta la dirección de estas respuestas.

La candidatura que represento ha avanzado sus posiciones al respecto. Volviendo al tema de la globalización, por ejemplo, no pensamos que la sociedad española deba llevar a cabo más esfuerzos de liberalización y de flexibilización con la finalidad de adaptarse al modelo socioeconómico de primacía de los mercados financieros que pretenden imponer los teóricos del neoliberalismo. La única globalización que existe hoy es la de los dólares que viajan por la red y la del poder de las multinacionales. No es a esta globalización a la que debemos adaptarnos, como mantiene la ponencia marco. Los socialistas aspiramos a globalizar los derechos humanos y el bienestar social, en un contexto de lucha contra la desigualdad, nacional e internacional, y contra la miseria en la que cada vez viven más personas en el mundo, como ha puesto de manifiesto el último Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. Esta globalización aún no existe y su logro ha de ser un objetivo para los socialistas.

El proyecto político del PSOE debe considerar las cifras y los valores económicos no como un fin, sino como un instrumento al servicio de los objetivos políticos. Por eso en nuestro programa han de ocupar un espacio prioritario las políticas sociales, la consolidación y extensión del Estado de Bienestar, la consecución del pleno empleo y la lucha contra la precarización del trabajo, el respeto al medio ambiente, la igualdad de la mujer, los derechos de las minorías y de los excluidos. Los socialistas debemos denunciar y combatir con contundencia hechos como el drástico descenso de nuestro país en los ranking de desarrollo humano internacional como consecuencia del aumento de las desigualdades, o como la reducción en más de 1,8 billones de pesetas en el gasto social público desde la llegada de la derecha al poder, o como la celebración de más de 30 millones de contratos de empleo precario, algunos de horas o días, desde la última reforma laboral en 1997. Hemos de definir también una propuesta coherente de articulación estable del Estado y de los territorios de España, desde el respeto a la pluralidad nacional, pero poniendo el énfasis en la igualdad de todos los ciudadanos, vivan donde vivan, y en la necesidad de mejorar los instrumentos de equilibrio, solidaridad y cohesión interterritorial.

¿A quién está dirigido este proyecto? Desde luego no "a todos los ciudadanos", como mantiene la ponencia marco. No creo que resulte de interés para los más pudientes y poderosos. La base social del proyecto socialista se configura con los trabajadores y asalariados, junto a los excluidos sociales y las clases medias sensibles a un programa que ofrece desarrollo solidario. Esta base social, junto al acuerdo estratégico con el resto de las fuerzas políticas de izquierda, los sindicatos de clase y los nuevos movimientos sociales, puede generar una mayoría social de progreso en España que posibilite la vuelta del PSOE al gobierno, primero en 2003, en las Comunidades y Ayuntamientos, y un año más tarde en el Gobierno de la nación.

La siguiente pregunta es el ¿cómo? Y en su respuesta entramos en la segunda de las crisis del PSOE, la crisis orgánica, de modelo organizativo y de dirección. También en este ámbito tenemos pendiente un debate los socialistas españoles. Algunos compañeros han contemplado la organización socialista en los últimos años más como un problema que como un buen instrumento para la solución de nuestros propios problemas y, lo que es más importante, para resolver los problemas y necesidades de la mayoría de la sociedad española. Desde esta convicción se ha estado apostando en la práctica por un partido "a la americana", en el que cada cuatro años se organiza una gran convención para elegir al líder y después la organización desaparece prácticamente en favor del dirigente y el equipo electoral y mediático que este designa. Desde luego, no es ésta la tradición del PSOE ni es éste, a nuestro juicio, el modelo organizativo que responde al proyecto político que apoyan mayoritariamente nuestros militantes y nuestra base social.

El PSOE necesita un Partido con voz propia, un Partido más grande, más democrático y más eficaz en su acción política. Hemos de acercar nuestra organización a esos modelos de la izquierda nórdica y centroeuropea donde hay un socialista en cada calle, en cada portal, que ejerce el trabajo de interlocución social, de propuesta política, de representación social. Para ello tenemos que crecer en afiliación, recuperar la formación y capacidad pedagógica de nuestros militantes, y actualizar nuestras estructuras organizativas y nuestros modos de funcionamiento, introduciendo nuevas técnicas y nuevas tecnologías al servicio del trabajo político. Necesitamos profundizar en la democracia de nuestro Partido, introduciendo más y mejores fórmulas de participación de afiliados y simpatizantes en los debates, en los trabajos y en las tomas de decisiones. Todos ellos se tienen que sentir partícipes y protagonistas, con un papel propio en un proyecto colectivo. Hay que abrir la organización y hacerla más porosa, más transparente, más dinámica, más viva en definitiva.

La resolución de la crisis orgánica supone también resolver la crisis de dirección. El PSOE cerró en falso su 34º Congreso, con una dirección falta de legitimidad y de autoridad. Muchos de los errores y deficiencias que se han puesto en evidencia con posterioridad tienen su origen en este hecho. Para no volver a tropezar en la misma piedra debemos desterrar tentaciones de personalismos excesivos y excluyentes. Para recuperar el pulso y poner esta organización a trabajar con ilusión y garantías de eficacia debemos cicatrizar heridas y avanzar la integración de posturas y personas en el respeto a la pluralidad. Fuerza, cohesión y autoridad, pero desde el acuerdo, la pluralidad y la democracia interna.

El 35º Congreso debe ser también el congreso de la reivindicación de los valores que configuran la identidad socialista. Se equivocan quienes optan por sacrificar los principios en el altar del éxito electoral. La credibilidad, la confianza y el apoyo de las mayorías de progreso llegarán desde la coherencia en la aplicación de los principios socialistas a la acción política diaria.

Hay algunas diferencias entre los socialistas. Estas diferencias no pueden ser excusa para la falta de diálogo o la exclusión, sino que, por el contrario, pueden y deben ser la base de un debate ideológico y político "normalizado", a través del cual pueda llegarse a acuerdos democráticos asumibles por todos. Sólo así estaremos en condiciones de salir del 35º Congreso con un PSOE dispuesto a dar un impulso hacia el futuro, como propone su lema.

Matilde Fernández es concejal del Ayuntamiento de Madrid y candidata a la secretaría general del PSOE.

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