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TRAGEDIA EN SORIA

La lección de la señorita Celia

Una profesora del colegio de Viladecans que estaba de vacaciones en Soria ayudó a identificar los cuerpos de sus antiguos alumnos

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Una profesora está preparada para ver crecer a sus alumnos, para ir haciéndose vieja mientras ellos aprenden a leer, hacen la primera comunión, se enamoran por primera vez de una compañera de clase. No está preparada, sin embargo, para que un médico, vestido de verde y plantado en medio de un quirófano, levante una sábana y le pregunte con la mirada: ¿Fue este chaval alumno suyo? ¿Se acuerda usted de cómo se llama?Eso fue lo que pasó ayer a las seis de la tarde en uno de los seis quirófanos del hospital de Soria. Ya habían pasado dos horas desde que un camión y un autobús se encontraran de frente, fatalmente, en una recta de la carretera N-122. Las ambulancias habían traído a once de las víctimas. Seis murieron nada más ingresar, sobre la mesa de operaciones. Otras tres luchaban por vivir tras ser intervenidas y dos más, aquejadas de sendos traumatismos craneoencefálicos, buscaban su salvación camino del hospital de Zaragoza. Fue entonces cuando una mujer se presentó a un conserje del hospital y le dijo: "Me llamo Celia, yo soy la señorita Celia".

¿Se acuerda usted de cómo se llama? Celia, la señorita Celia, le dijo que sí y apartó la mirada. Claro que se acordaba. No se iba a acordar, si ella lo vio crecer, aplicarse en la clase y pelearse en el patio; también se acordaba de cómo se llaman sus hermanos y en qué trabajan sus padres. La señorita Celia, profesora del colegio Modolell, de Viladecans, se encontraba en Soria de vacaciones cuando escuchó por la radio la noticia del accidente. No se lo pensó. Podía haberse encaminado al viejo campo del Numancia, donde ya estaban siendo depositados, alineados unos junto a otros, los féretros de sus antiguos alumnos. Pero no. Una profesora está para ayudar y se fue a donde la podían necesitar los que aún estaban vivos, luchando por sobrevivir. Dice Luis de la Merced, director gerente del hospital de Soria, que fue emocionante ver a esa mujer, a la señorita Celia, consolar a sus antiguos alumnos. También dice otro médico -el que estaba vestido de verde en medio del quirófano- que fue desgarrador verla identificar a los seis que no escaparon con vida.

"Sí, esa es Cristina". Fue uno de los momentos más emotivos. La señorita Celia descubrió bajo una de las sábanas el rostro sin vida de una de sus compañeras, una profesora de unos 30 años. Fue entonces cuando Celia, con una entereza que emocionó a los responsables del hospital, dejó su deber con los muertos y se entregó a los vivos. A los tres ocupantes del autobús que se encontraban en el hospital recuperándose de sus heridas. Uno de ellos, un monitor muy joven cuya madre -según las primeras y confusas informaciones- también había perdido la vida en el accidente de tráfico.

Son las ocho de la tarde en el hospital de Soria. Lo peor ya ha pasado y, sin embargo, existe una sensación cierta de que la catástrofe aún está por llegar. "Nosotros", dice el director gerente, "estamos acostumbrados a atender a los heridos, a hacer lo imposible para salvarles la vida, pero lo que nos espera ahora...". Consolar a los vivos se le antojaba a Luis de la Merced mucho más difícil que recomponer un brazo roto, que convencer a un corazón magullado para que siga funcionando. Por eso, dio órdenes de que todo el personal del hospital, y en especial los psiquiatras, estuviera pendiente para atender a los familiares que ya venían en autobús desde Barcelona.

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